Ineficiencia en lucha contra la anemia

Días atrás el Ejecutivo informó que durante el 2019 la cantidad de niños de cero a tres años de edad que padecen de anemia se había reducido, pasando de 43.5% a 40%; es decir, un 3.5%. Adicionalmente, el Ejecutivo, a través del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis), anunció que para el 2020 se espera que esta lacra social, que afecta la capacidad psicomotora y cognitiva de los infantes, reduciría y afectaría a solo el 30% de nuestros niños. 

No obstante, si se analizan las cifras no habría mucho que celebrar. ¿Por qué? Porque en los últimos años –durante las administraciones de Humala, PPK y Vizcarra– el combate a la prevalencia de anemia en los niños no parece que haya producido efecto alguno, más allá de los gestos para las tribunas. Ello, como dijimos, después de conocer que durante el 2019 solo se pudo reducir en 3.5%.

En el evidente fracaso en la lucha contra la anemia los números lo revelan todo. En regiones como Huancavelica cuatro de cada 10 niños tiene aún anemia; y en otras, como en Puno, entre cinco y siete niños de cada 10. En el 2011 la anemia promedio infantil llegaba a 41.6%. En otras palabras, un poco más de 1.6% más que los resultados presentados recientemente por los funcionarios del Midis. Es decir, luego de casi nueve años todo sigue igual.

Durante la administración nacionalista la anemia avanzó hasta el 44%, una cifra que refleja la ineficiencia del Gobierno de aquel entonces para reducir este flagelo y la mala estrategia de aquellas políticas públicas. En suma, durante el humalismo la anemia no bajó, sino todo lo contrario. El fracaso del nacionalismo se convierte en una tragedia si se considera que, durante el gobierno anterior –es decir, durante la administración de Alan García– la anemia bajó en 15%.

Hoy la administración Vizcarra se propone reducir la anemia a 30% cuando solo se logró retroceder en 3.5% en el 2019. ¿Cómo lo logrará? Para alcanzar este objetivo se necesitan políticas públicas que se diseñen considerando diagnósticos de fondo. Por ejemplo, un informe de la Contraloría señala que pocas madres culminan los 260 días de dosificación de nutrientes establecidos para que los niños superen este mal. ¿Cómo explicar esta situación? Falta de seguimiento de los encargados de monitorear las políticas públicas. Igualmente, la mayoría de madres carece de capacitación para combinar el sulfato ferroso –elemento clave en el combate a este flagelo– con los alimentos. Todo lo anterior origina que la anemia no se reduzca, sino que se mantenga. 

Felizmente el Estado tiene los recursos para combatir el mal. En los últimos días, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) ha destinado más de S/ 55 millones a las municipalidades; sin embargo, se necesita buenas políticas, seguimiento y evaluación constante para alcanzar los objetivos.

Más allá de los fracasos, el objetivo de reducir la anemia al 30% de los infantes entre cero y tres años debería convertirse en un proceso de movilización nacional, en el que el Estado y la sociedad colaboren estrechamente. Y todos los niveles de gobierno (nacional, regional y local) tensen sus esfuerzos para erradicar este flagelo que no debería ser aceptado en una sociedad de ingresos medios.