Editorial Política

Hugo Blanco sube mientras Washington y Cervantes caen

La importancia de la lucha cultural en contra del neomarxismo

Hugo Blanco sube mientras Washington y Cervantes caen
  • 21 de junio del 2020

Quienes defienden el sistema republicano y las libertades políticas y económicas en el Perú, América Latina y el mundo, siempre creyeron que la disputa por las ideas con el colectivismo solo estaba alrededor la economía. En Perú el debate a favor de las libertades económicas, de alguna manera, se venía ganando desde hace 30 años, luego de las reformas económicas y sociales que pulverizaron el estado empresario y mercantilista. Sin embargo, con el desarrollo de la pandemia y la recesión –al margen de yerros y graves responsabilidades del Ejecutivo–, de pronto, todos los defensores de las libertades han despertado aterrados por la amenaza colectivista y populista. 

Diversos sectores del Ejecutivo y el Congreso presentaron iniciativas que buscaban regular precios y mercados, así como demonizar el papel del sector privado, que aporta más del 85% de los ingresos del Estado, que los frívolos burócratas dilapidan. ¿Qué había sucedido? La cosa es simple: las corrientes colectivistas y neomarxistas están ganando largamente la batalla cultural y controlan ministerios enteros sin haber ganado una sola elección nacional. 

Esta ofensiva cultural se resume más o menos en lo siguiente: Occidente es un sistema injusto controlado por el hombre blanco (léase macho y patriarcal), que ha depredado el planeta con 200 años de revolución industrial, que ha arrasado a las culturas no occidentales y cuyo sistema es el capitalismo. De allí que todas las posiciones anti occidentales, por más bárbaras que sean, deben ser revaloradas y revestidas de heroicidad. 

En este contexto, los responsables de que el Estado no cuente con un sistema de salud capaz de contener la pandemia y atender a los hospitalizados no son el Ejecutivo ni los colectivistas que controlan el sector salud, sino los problemas acumulados del “modelo neoliberal”. Si seguimos conectando las cosas, Hugo Blanco –un asesino de policías, militante del trotskismo internacional– se convierte en un “héroe defensor de los campesinos”. Nada menos que Blanco, el seguidor de León Trotski, el personaje que inventó el terror comunista y la judicialización del rival (para eliminar a sus adversarios en el Ejército Rojo), estratagemas que Stalin llevó a las cumbres de la ignominia hasta crear una verdadera fábrica de cadáveres. El documental sobre la vida de este personaje debe entonces ser visto por los alumnos de las escuelas.

A nuestros amigos liberales, que gustan defender los temas de género sin establecer las conexiones con la ofensiva cultural contra Occidente, habría que recordarles, por ejemplo, esa famosa clase del programa “Aprendo en casa”, en donde una voz que presume de “conocimiento adquirido” habla de “un español estandarizado de los poderes dominantes”, como si la esencia del castellano no fuese la sintaxis y la gramática. Amigo liberal, en Estados Unidos, bajo el pretexto de “la lucha antirracista”, acaban de derribar la estatua de Cervantes en el preciso momento en que el español se convierte en una lengua masiva y trascendente por el papel de la hispanidad en la gran nación del norte. Como se ve, en la guerra ideológica todo esta conectado.

Pero eso no es todo. En “la lucha antirracista” en el país más poderoso de Occidente –que incluso ha reelegido a un jefe de Estado de color– se acaba de derribar la estatua de Washington, mientras la estatua de Lenin se yergue firme porque “el comunismo es antirracista”, al margen de los cerca de 150 millones de cadáveres que ha regado en el siglo XX. 

Allí reside el sentido del documental que elogia la vida de un asesino de las fuerzas del orden. La idea es simple: crear un falso héroe en contra del camino capitalista occidental en el que se ha embarcado en el Perú desde hace 30 años y que ha posibilitado crear una peruanidad que ha derribado las cordilleras que separaban al mundo criollo del andino, que ha reducido pobreza del 60% de la población a solo 20% (hasta antes de la pandemia) y que han andinizado Lima y las principales ciudades de la costa a través de clases medias emergentes. En este contexto, ¿el Ejecutivo y el Congreso permitirán que se difunda ese documental?

Los colectivistas que gastan los US$ 65,000 millones que aporta el sector privado para el Estado, y que han creado un Estado disfuncional con ministerios sin utilidad (Ambiente, de la Mujer, Midis, Cultura, entre otros), pretenden señalar que el capitalismo, “los malditos empresarios explotadores”, son los responsables del fracaso estatal en la contención de la pandemia y la profundización de la recesión. Sin embargo, los comunistas y colectivistas están ensoberbecidos, están alienados de la realidad. No pueden ver que el desborde popular es antiestatal, promercado total, anticomunista –como lo fue en los ochenta– y que los millones de informales y emergentes solo están a la espera de los líderes que los represente.

Es hora, pues, de ganar la lucha cultural para la libertad y el sistema republicano.

  • 21 de junio del 2020

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