Hacia la quinta elección nacional sin interrupciones

La administración interina de Francisco Sagasti acaba de dejar en claro que no hay argumento ni motivo alguno para postergar las elecciones nacionales del próximo abril. La Carta Política no prevé posibilidad alguna de que se postergue la transmisión de mando el próximo 28 de julio de 2021. Imaginar un escenario de posposiciones es, entonces, vislumbrar un escenario de quiebra del sistema republicano.

Tal como lo dijimos en un editorial anterior, ni la peor guerra exterior –tal como sucedió con la amenaza hitleriana sobre el Reino Unido– ni la peor catástrofe o emergencia pueden interrumpir el alma y el corazón de las repúblicas: los equilibrios institucionales y el control del poder que se expresa a través de las elecciones nacionales periódicas, consagradas en las cartas políticas. La emergencia sanitaria, pues, no puede ser argumento para postergar elecciones, a menos que se enfrente una conspiración antirrepublicana.

Estas reflexiones se plantean en medio de la devastadora crisis institucional, política, económica y social en que nos dejó la administración Vizcarra. Una crisis que, sin lugar a dudas, amenaza la continuidad republicana y la posibilidad de concretar la quinta elección nacional sin interrupciones. Vale subrayar que una nueva elección en continuidad institucional sería un hecho inédito en nuestra historia republicana, sobre todo considerando que los más de 30 millones de peruanos hoy gozan de derechos políticos y económicos, a diferencia de otras épocas. Es decir, tienen acceso al voto y la propiedad.

La convocatoria al referendo y el cierre inconstitucional del Congreso, promovidos por la pasada administración Vizcarra, fueron los momentos en que se quebró una continuidad institucional que se venía acumulando a través de cuatro gobiernos democráticos. Las reformas a tontas y locas, invocando mayorías circunstanciales, nunca construirán instituciones. Y es lo que sucedió en el Perú. Y la llamada figura de la “denegación fáctica”, que se invocó para cerrar el Congreso, siempre será una herida en las tradiciones constitucionales a construir.

En medio del deterioro político e institucional, la megarrecesión causada por los yerros en la política de contención de la pandemia y los propios errores económicos, explican la destrucción del PBI en más del 10%, el aumento del déficit fiscal a cerca del 10% del PBI y el aumento de pobreza en cerca de 10% de la población. Semejante escenario configura una crisis que combina deterioro institucional, político, económico y social, como no se había presentado en las últimas tres décadas. Hoy la crisis política se combina con el aumento de la pobreza, para decirlo en breve.

Sin embargo, la grandeza de las experiencias republicanas surge de superar este tipo de escenarios. Nuestra crisis, comparada a la de los Estados Unidos pos guerra de Secesión o la del Reino Unido en medio de los bombardeos hitlerianos, es absolutamente superable. Pero para avanzar en ese derrotero se necesita cierta grandeza de los actores políticos.

En este contexto, paradójicamente y en medio de la guerra política perpetua, la única posibilidad de seguir persistiendo en la construcción de instituciones republicanas pasa por garantizar la realización transparente de la quinta elección nacional sin interrupciones. Y hacia allí vamos.

La administración Sagasti, entonces, ha obrado bien al dejar en claro que no existe sombra alguna ni posibilidad de postergar las elecciones nacionales. El anuncio debería servir para tratar de extender puentes a todos los sectores del país y que se convoque a los mejores profesionales para desarrollar una política nacional para detener el avance de la pandemia y relanzar el crecimiento de la economía nacional.