Editorial Política

Grau, el Bicentenario abandonado, y la peruanidad

El Perú es un buque en donde se grita: ¡En este buque nadie se rinde!

Grau, el Bicentenario abandonado, y la peruanidad
  • 08 de octubre del 2020

La decisión del Ejecutivo de declarar –mediante un decreto– feriado laborable una fecha que, de acuerdo a ley, es feriado como tal ha desatado un interesante debate alrededor de la peruanidad en construcción. El argumento oficial es que la megarrecesión ha destruido demasiado la economía como para seguir con los feriados con normalidad. El razonamiento tiene una pizca de verdad. 

Sin embargo, si recordamos la organización actual de las celebraciones del Bicentenario de la Independencia y la comparamos con las festividades y el intenso despliegue histórico, cultural y organizativo del Centenario o del Sesquicentenario, solo nos queda levantar una voz de alarma frente a la extraña decisión sobre el 8 de octubre. Y si observamos que el Ejecutivo ha propuesto el llamado Acuerdo de Escazú como parte de la agenda globalista, que pretende subordinar las experiencias republicanas y la soberanía de los estados a un multilateralismo ideologizado, solo resta ponerse de pie y comenzar a protestar en defensa del legado de Miguel Grau y la peruanidad.

Grau es el símbolo de las virtudes republicanas en la guerra y la paz. En el combate es el guerrero antiguo que no duda en sacrificar la vida por determinados y valores; y en la paz, es El caballero de los mares que respeta la vida de los adversarios y envía dolidas cartas a las esposas de los jefes del ejército enemigo. Grau entonces parece un caballero extraído de los mejores pasajes de la historia universal, que se convierte en uno de los nudos que atan nuestra peruanidad que se construye. El Perú es un país sin paradigmas, sin muchos héroes, sin valores, ¿cómo entonces se puede relativizar la celebración del combate de Angamos? Nadie lo entiende, excepto una ideologización extrema de la burocracia estatal. La misma pregunta sobre Grau vale para las celebraciones del Bicentenario. ¿Por qué no se ha hecho nada para esta enorme festividad de la peruanidad?

¿Demasiada teoría conspirativa para intentar entender los descuidos frente a Grau y el Bicentenario? De ninguna manera. Si existe un Ministerio de Cultura que promueve documentales –como el que cuenta la vida de Hugo Blanco– en el que se presenta a un terrorista guerrillero como una especie de quijote supérstite, ¿cómo no sospechar de los descuidos del Ejecutivo y del Estado con respecto a Grau y el Bicentenario?

El globalismo ideologizado –de ninguna manera la urgente y necesaria globalización– pretende relativizar las construcciones republicanas nacionales o los estados particulares para instaurar un sistema de derecho internacional controlado por multilaterales influenciadas por las corrientes neomarxistas. Por ejemplo, ya conocemos de cerca la manera cómo la izquierda ha mal utilizado el Pacto de San José para desarrollar supuestas defensas de Derechos Humanos, con el único objetivo de erosionar el ejercicio de la ley y del principio de autoridad de los estados democráticos. Hoy el globalismo ideologizado promueve el llamado Acuerdo de Escazú que convertiría a la república peruana en una república de papel, habida cuenta de que el Ejecutivo y el Congreso –instituciones nacidas del sufragio, de la soberanía popular– estarían pintados en la pared: todos los temas de la economía, de la sociedad y de la política se convertirían en asuntos de Derechos Humanos que se definirían en los tribunales internacionales. La lógica conocida del Pacto de San José elevada a la millonésima potencia.

Por todas estas consideraciones, este globalismo ideológico necesita relativizar la idea de peruanidad, de república nacional. Y el camino más directo para avanzar en ese camino es relativizando sus paradigmas y héroes nacionales. La extraña decisión sobre el combate de Angamos cae perfectamente en esa lógica contra la peruanidad. Igualmente, la desorganización de las celebraciones del Bicentenario.

Un país sin memoria, sin héroes, sin virtudes republicanas a las cuales aferrarse, poco a poco deja de ser un país para convertirse en una sección del globalismo anticapitalista. Ante esta situación, la reconocida historiadora, Cecilia Bákula, ha propuesto concentrar las energías en el bicentenario de las batallas de Junín y Ayacucho en el 2024 para recuperar el tiempo perdido por el actual Ejecutivo. 

El próximo Gobierno, el próximo Congreso y la sociedad en general, entonces, deberían mirar hacia adelante y convertir el 2024 en una fiesta del Perú y de toda América porque, en ambas batallas, se selló la Independencia de la región. Que América Latina, el Perú y las futuras generaciones de peruanos, nunca olviden esas festividades a organizarse, porque el Perú es un barco donde se grita sin ningún temor: ¡En este barco nadie se rinde!

  • 08 de octubre del 2020

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