La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El ex presidente provisional Francisco Sagasti y el Partido Morado acaban de lanzar la propuesta de recolectar firmas para establecer un adelanto general de elecciones. Y de una u otra manera, a los peruanos de buena voluntad hoy nos queda claro que la democracia enfrenta dos graves amenazas: las propuestas de la asamblea constituyente y del adelanto general de elecciones.
¿Por qué? Porque ninguna de estas propuestas está contemplada en la Constitución de 1993, y la posibilidad de que se materialicen solo depende de un golpe de masas. Es decir, de la posibilidad de convertir el sistema republicano, que agoniza, en una marioneta de una acción directa de masas, de acuerdo al manual comunista y progresista que se ejecuta en América Latina.
La propuesta de adelantar las elecciones –como acción directa de masas o como expresión de la estrategia de una minoría que lidera una mayoría circunstancial y se apodera del Estado– ignora que, ante la tragedia nacional que ha desatado el gobierno de Pedro Castillo, la única posibilidad de desarrollar una transición dentro de los marcos constitucionales pasa por el Congreso, y ninguna otra entidad más. Hasta hoy no se ha inventado un sistema alternativo en democracia para superar el equívoco nacional de haber llevado al peor candidato de la historia republicana a ejercer la presidencia de la República (con total apoyo del Partido Morado).
Todos queremos el relevo del Gobierno de Pedro Castillo, pero la Constitución solo contempla el proceso de vacancia por incapacidad moral permanente o la inhabilitación por acusación constitucional, para lograr la salida del jefe de Estado. No hay otro camino.
El camino del adelanto general de elecciones “desde una iniciativa de la sociedad” –de los activistas del Partido Morado–, en realidad es un intento de reeditar el golpe de masas que derribó al Gobierno constitucional de Manuel Merino y encumbró en el poder a una minoría sin ninguna representatividad nacional, a través de Sagasti. De alguna manera también forma parte de la misma estrategia de acciones de masas como las de Santiago de Chile, que desembocaron en la convocatoria de una convención constituyente, o del último intento de provocar la renuncia del presidente Guillermo Lasso en Ecuador, con las movilizaciones indígenas en Quito.
En este contexto, vale preguntarse, ¿en qué se diferencia la propuesta del Partido Morado de la iniciativa de una asamblea constituyente? Si observamos bien las cosas, ambas propuestas ignoran la Constitución, el papel de las instituciones y el procedimiento institucional, y solo se fundamentan en el golpe de masas.
De otro lado, ¿qué puede llevar a los activistas del Partido Morado a considerar que el actual Congreso tiene las mismas ilegitimidades del Gobierno de Pedro Castillo? ¿Acaso el Legislativo no ha salvado al Perú de la propuesta de la asamblea constituyente? ¿Acaso el Legislativo no ha ratificado el principio constitucional acerca de que cualquier reforma total o parcial de la Constitución debe pasar previamente por el Congreso? La institución que ha evitado que el actual Gobierno nos lleve por la ruta bolivariana y chavista ha sido el Congreso.
La única explicación del razonamiento progresista acerca de que estamos en una coyuntura en que un golpe de masas obligaría a poner en paréntesis la Constitución y desencadenar un adelanto general de elecciones –en que el Ejecutivo y el Congreso son juzgados por igual– solo puede estar en las encuestas. ¿Acaso no les preocupa que ese experimento, en realidad, culmine en la constituyente? Si ese es el razonamiento, entonces, en el Partido Morado no hay demócratas, porque el razonamiento de las encuestas y de las mayorías circunstanciales son los argumentos de las “democracias plebiscitarias” que han arrasado las repúblicas y las instituciones en la historia de la humanidad.
Desde que Julio César cruzó el Rubicón enterrando más de cuatro siglos de republicanismo en Roma, pasando por el asalto nazi de la República de Weimar, hasta los asaltos de masas de Hugo Chávez y los proyectos bolivarianos en la región, los golpes de masas han enterrado a los sistemas democráticos.
Siempre vale recordar el gran criterio de Alexis de Tocqueville acerca de que, en las repúblicas modernas, las mayorías eligen a las instituciones, pero gobiernan las instituciones. De lo contrario, todo sería el reino de los caudillos y las mayorías circunstanciales.
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