Entre el temor anticomunista y la falta de una alternativa

La liberación de Antauro Humala ha desatado una histeria política, como si en el Perú no se estuviese escenificando la mayor debacle del proyecto del eje bolivariano en la región. Cuando hablamos de la mayor derrota del eje bolivariano no es una frase cualquiera, es una que pretende describir consecuencias adversas para el colectivismo y las izquierdas por varios años o quizá décadas.

Cuando Pedro Castillo ganó las elecciones en Perú, los estrategas del Foro de Sao Paulo imaginaron que Lima se convertiría en un punto de inflexión en la región, que marcaría un momento de no retorno. Algo así como un muro de Berlín posmoderno que se levantaba en América Latina: Perú, Chile y Colombia (el triunfo de Petro era seguro) se sumaban a Bolivia, Venezuela y Cuba a la espera del triunfo de la izquierda en Brasil.

Sin embargo, Pedro Castillo no se convirtió en el Allende andino que le permitiera narrativas y relatos a las izquierdas por varias décadas. El Gobierno de Castillo se transformó en la suma de todas las ineficiencias, de todas las ignorancias, de todas las frivolidades y de todas las corrupciones. Hoy por Castillo no marcha nadie, ni siquiera sus aliados, porque está vinculado a redes delictivas desde el poder.

Lima entonces comienza a convertirse en la tumba del proyecto bolivariano, tal como sucedió tres décadas atrás con el colectivismo terrorista de Sendero Luminoso. Pero al desmoronarse el colectivismo, el comunismo, inevitablemente, el huayco arrasará con los relatos y narrativas progresistas que organizaron un sistema político en donde gobernaban quienes no formaban partidos ni ganaban elecciones. Es decir, todo indica que se caerá el muro entero.

La debacle del eje bolivariano en Lima, de una u otra manera, también tendrá efectos en Chile. Ya lo veremos. El Foro de Sao Paulo se queda sin su Allende andino; sin embargo, los limeños y las clases medias peruanas entran en terror cuando Antauro Humala es puesto en libertad. Se imaginan que el líder etnocacerista podrá organizar un polo radical en medio de las ruinas y los malos olores que Castillo le deja a las izquierdas por varios años, por decir lo menos.

Cuando se cae el muro de Berlín que los progresismos y los colectivismos construyeron con tanta eficiencia y dedicación durante tres décadas, ¿por qué la gente se siente tan desguarnecida frente a la amenaza colectivista? Cuándo las Fuerzas Armadas acaban de presentar su categórico programa anticomunista a través de la mayor ofensiva militar de la historia contra el terrorismo en el VRAEM, ¿por qué los peruanos se sienten tan inermes frente a cualquier amenaza radical?

La única explicación: los civiles y la centro derecha en particular no logran organizar una salida a la debacle nacional del Gobierno de Castillo. Los más de 50 votos que suman los comunistas y los llamados niños en el Legislativo imposibilitan que prospere la vacancia del jefe de Estado o la inhabilitación de los miembros del Ejecutivo.

Ahora bien, esa muralla en contra de la vacancia ya no es responsabilidad de la izquierda comunista. Comienza a ser responsabilidad de las centro-derechas, incapaces de formar un frente unificado en el Legislativo para golpear con fuerza, atraer a los indecisos y crear la mayoría necesaria para iniciar la transición política.

La convergencia de la centro-derecha para que sea eficaz necesita, igualmente, gestarse en la sociedad: los partidos de las centro-derecha en el Legislativo deberían convocar a todas las corrientes políticas y partidos a formar una mesa de unidad nacional y mesas a nivel de regiones. A partir de esas convergencias debería llamarse a la más amplia unidad de las centro-derecha y centro-izquierda democráticas, con el objeto de iniciar la transición de esta tragedia nacional que han causado los comunismos, los colectivismos y los progresismos.