La comisión de Constitución del Congreso de la R...
¿A alguien se le ocurre que las familias, los distritos y las provincias del sur del Perú, cuyas economías en las fiestas navideñas y de Año Nuevo prácticamente se quebraron con la primera ola insurreccional –luego del golpe fallido de Pedro Castillo– iban a ser los principales impulsores de la segunda ola de violencia del pasado 4 de enero? Si la actividad turística se desploma en 70%, si los negocios dejan de vender un 50% en la mejor fecha de negocios del año, si los ingresos de los vulnerables y pobres se deprimen, ¿cómo así las familias van a promover bloqueos de carreteras, cierres de mercados, interrupción de millones de transacciones en los mercados emergentes e informales?
La idea de que los excluidos y pobres del sur impulsaron la segunda ola insurreccional del 4 de enero suena a locura. A menos que las familias del sur del Perú se parezcan al personaje Pavel Korchaguin de la novela Así se templó el acero, de Nikolái Ostrovski, escritor soviético que se dedicó a presentar al ser humano con una falsa heroicidad comunista que se solía registrar en las fábulas estalinistas y en los murales de la revolución Cultural China.
La mayoría de las familias del sur y los pequeños negocios del sur están quebrados por la primera ola insurreccional que destruyó la campaña navideña. Únicamente un clasemediero limeño puede ignorar esta realidad y sumarse a las narrativas progresistas sobre la protesta social de los excluidos. Por supuesto que existe irritación de las provincias del sur desde la época de la Independencia cuando los criollos de la nueva república se dedicaron a arrebatar las tierras de las comunidades campesinas en los Andes. Una irritación que se prolonga hasta hoy porque el Estado central, la capital y la clase política, se ha desentendido de los sureños.
Sin embargo, de ninguna manera esa legítima irritación puede identificarse con la estrategia insurreccional de poder que se desató luego del fallido golpe de Castillo. Una estrategia de poder que se expresó en el bloqueo de las vías nacionales para desabastecer a las ciudades, en el ataque e intento de destrucción de los aeropuertos del sur, en el saqueo y destrucción de empresas privadas emblemáticas y en los ataques al sistema energético e hídrico del país (todos ellos actos de guerra convencional). ¿Cómo así la legítima frustración de la gente del sur podría expresarse en la acción organizadas de milicias y vanguardias disciplinadas? Algo más: si las mayorías silenciosas del sur hubiesen apoyado el curso insurreccional es evidente que el Gobierno de Dina Boluarte habría renunciado y el Perú se enrumbaría hacia una asamblea constituyente.
Hay entonces una fábula, una narrativa progresista, que, consciente o inconscientemente, oculta un proceso insurreccional que desarrollan las vanguardias y núcleos comunistas y colectivistas, que apuntan a la destrucción de activos estratégicos del país, con el objeto de instalar la anarquía nacional. Es decir, la destrucción del Estado de derecho como paso previo a la convocatoria de una constituyente.
Una narrativa que comienza a ser en extremo peligrosa. Por ejemplo, los fabuladores de esta interpretación –en el mejor de los casos– se preguntan quiénes son los responsables de las lamentables muertes de 25 peruanos. Cuando una milicia ataca un aeropuerto nacional y los soldados y policías –amparados por la Constitución y las leyes nacionales– se ven obligados a hacer uso legítimo de la fuerza, ¿quién es el responsable de las muertes que se produzcan? Una pregunta de ese tipo, en la práctica, parecería promover el triunfo de una insurrección.
Los únicos responsables de las trágicas muertes de peruanos son los núcleos y vanguardias que desarrollan el proceso insurreccional. Y los únicos héroes y defensores del Estado de derecho son nuestros soldados y policías.
Es evidente, entonces, que una de las condiciones del triunfo de la Constitución y el Estado de derecho sobre el proceso insurreccional es enfrentar la fábula progresista de la “protesta social”. Las batallas contra el proyecto autoritario de la constituyente también se ganarán en el terreno de las narrativas.
COMENTARIOS