Editorial Política

¡El relato de la protesta para ocultar la insurrección!

El control del lenguaje del progresismo y la asamblea constituyente

¡El relato de la protesta para ocultar la insurrección!
  • 01 de enero del 2023

Cuando el viejo Marx señaló que la religión era el opio del pueblo, en realidad no buscaba que se eliminara la religiosidad en las sociedades concretas, sino que pretendía reemplazar las religiones y los relatos sagrados –que habían evolucionado en más de dos milenios– por narrativas profanas y mundanas. Marx era demasiado astuto para creer que se podía suprimir la intrínseca naturaleza religiosa del hombre, y se propuso una nueva religión: la utopía comunista. Desde su formulación, la ingeniería comunista le ha costado alrededor de 150 millones de muertos a la humanidad.

Luego de que el relato de Marx se hiciera puré con la ex Unión Soviética y la carnicería estalinista, los progresistas posmodernos nos señalaron que la utopía no iba más y propusieron relatos parciales: supuesta defensa de los derechos humanos para erosionar la autoridad del Estado democrático, demonización de las empresas y el capitalismo, conversión de la naturaleza en un ser que respira y piensa, y las teorías sobre el género y la sexualidad. Con ese fin se produjo un totalitarismo sin precedentes: el control del lenguaje, de los conceptos.

Hoy, sin lugar a dudas, se puede sostener que –no obstante el fracaso del comunismo y el nazismo– el progresismo posmoderno está produciendo un asalto totalitario del lenguaje, sin precedentes. En el Perú, por ejemplo, un incuestionable proceso de insurrección contra la Constitución, el Estado de derecho y las leyes nacionales, pretende ser convertido en una expresión de la protesta social. Para fundamentar esta tesis se menciona la triste y lamentable muerte de 28 peruanos.

Si mediante una acción de vanguardias comunistas, de destacamentos organizados y milicias urbanas, se toma el control de las vías nacionales con el objeto de desabastecer a las ciudades (es decir, a cerca del 80% de la población); si se atacan los aeropuertos nacionales en una típica acción de guerra convencional, si se atenta contra el sistema energético e hídrico del país, ¿estamos ante una insurrección o ante una protesta social?

¿Cuál es la diferencia entre ambos conceptos? Una insurrección busca la toma del poder mediante el atajo de la asamblea constituyente, previo a la quiebra del Estado de derecho. Una protesta social es la legítima expresión del descontento de la población por las exclusiones y postergaciones del Estado.

No se puede negar que en el Perú también hay protesta social. Finalmente, durante un año y medio, el Gobierno comunista ha causado una de las mayores devastaciones y exclusiones de nuestra historia republicana. Sin embargo, lo determinante en este proceso es la insurrección de las vanguardias comunistas, que pretenden sumir en la anarquía a la sociedad para hacernos creer que todo se calmará con la constituyente.

La acción de guerra en contra del aeropuerto de Ayacucho, que causó la trágica muerte de ocho peruanos, es una consecuencia directa de una acción insurreccional. Si algo así hubiese sucedido en Venezuela, Cuba, Estados Unidos, China o Suiza, ¿acaso alguien sabe cuántas decenas de muertes se habrían producido? Alguien se imagina a oficiales y soldados de una patrulla militar –como sucedió en Ayacucho– tratando de convencer a los invasores que solo “protestaran” media y hora en la pista de aterrizaje y luego se retirarán sin destruir los activos. Luego se produjeron los disparos.

Cuando durante una insurrección se desarrollan ataques a los activos públicos y privados, cuando se ataca dependencias del Estados, los únicos responsables de las muertes son las vanguardias comunistas que desarrollan las acciones revolucionarias. ¿O acaso se quiere que la patrulla de soldados acompañe a los insurrectos a quemar el aeropuerto?

No estamos frente a una clásica protesta social. No permitamos, entonces, que el control progresista del lenguaje nos prive de verbalizar un concepto central para defender la Constitución, el Estado de derecho, los derechos humanos y la autoridad democrática del Estado. Es decir, no dejemos de denunciar la amenaza insurreccional en curso.

¡Detener la insurrección es la única manera de defender los Derechos Humanos!

  • 01 de enero del 2023

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