Editorial Política

¿El quinquenio que perderemos?

Resultado de la confrontación que promueve el Ejecutivo

¿El quinquenio que perderemos?
  • 26 de noviembre del 2018

 

Sorprendentemente, en el Perú se deterioran aceleradamente todos los logros institucionales, políticos y sociales alcanzados en los últimos 25 años. Si bien es fundamental determinar sobre quién recaen las principales responsabilidades de esta situación, resulta más importante subrayar la gravedad de la situación.

Hoy en el Perú ha surgido una mayoría que pretende linchar a una minoría, incluso al margen de la Constitución y las leyes. Los partidos políticos o bancadas del Legislativo simplemente se han difuminado para ser reemplazados por las corrientes de opinión que organizan los medios de comunicación tradicionales; además se profundiza una desinstitucionalización general de las instituciones (valga la redundancia), sobre todo en las entidades vinculadas a la administración de justicia, a tal extremo que —según este portal— existe una justicia selectiva, que linda en la persecución política, en contra de los sectores de la oposición.

meritocracia en la escuela pública

En medio de esta situación, los enfrentamientos Ejecutivo versus Legislativo se han transformado en una parálisis de gobernabilidad que solo parece interrumpirse por una que otra norma populista (negociación colectiva de trabajadores estatales y leyes contra la meritocracia en la escuela pública, por ejemplo). En este contexto, pensar en relanzar la reconstrucción del norte, enfrentar el desborde criminal,  arrinconar a la anemia y la destrucción parecen imposibles. ¿Puede un Ejecutivo en guerra resolver estos problemas? Tampoco es posible imaginar que el Congreso encabece una agenda que coloque las reformas de segunda generación en el centro de la política: la reforma laboral, una profunda e integral reforma del sistema de justicia —más allá del referéndum que se ha convertido en plebiscito a favor del Ejecutivo— la reforma del sistema político (increíblemente bloqueada por el referéndum), las transformaciones de los sistemas educativo y de salud, y la solución de los problemas de infraestructuras acumulados.

Es indudable que semejante escenario institucional, político y social, postergará las inversiones de mediano y largo plazo, aletargará los mercados —que son organismos vivos que respiran información pública— y de pronto la economía, que era llamada el “milagro económico de América Latina”, empezará a languidecer con crecimientos por debajo del 4% del PBI, y nuestra sociedad podría volver a ser una que incremente pobreza, tal como sucedió en el 2017. En semejante horizonte de crisis política e institucional y ralentización del crecimiento, se generarán todas las condiciones para una ofensiva de todas las propuestas antisistema, estatistas y colectivistas que, de diversas maneras, disputaron las elecciones nacionales del 2006, del 2011 y del 2016. Es decir, podríamos perder el quinquenio y el modelo.

¿Una visión apocalíptica del futuro inmediato? Puede ser. Pero en este caso el alarmismo es constructivo para intentar corregir el camino, sobre todo considerando que el referéndum de diciembre, antes que apaciguar las cosas, se convertirá en otro capítulo de un largo enfrentamiento. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el presidente Martín Vizcarra —no obstante su soberbio triunfo político a  través de la convocatoria del referéndum— ha decidido apoyar la no reelección de los congresistas y oponerse a la bicameralidad del Parlamento. Es decir, ha postergado la reforma política y priorizado la derrota del Congreso, la capitulación y desorganización de Fuerza Popular, al margen de la urgencia de que el Legislativo cuente con dos cámaras.

¿Hacia dónde va Vizcarra? La estrategia de confrontación del Ejecutivo solo tiene sentido si el jefe de Estado apunta a controlar instituciones para reelegirse en las elecciones del 2021, siguiendo el camino de los caudillos plebiscitarios de la región. De lo contrario, la falta de gobernabilidad le pasará la factura en meses o quizá semanas. En este escenario, la mayoría que hoy pretende linchar a una minoría relativizando instituciones y procedimientos puede volverse, con extrema facilidad, contra  el propio Vizcarra.

El jefe de Estado todavía está a tiempo de corregir el curso de las cosas convocando a los entendimientos, a la unidad nacional y la movilización de las instituciones alrededor de las reformas. Si no lo hace, tarde o temprano se convertirá en víctima de los sectores marxistas, comunistas, estatistas y colectivistas que impulsan la estrategia de linchamiento de una minoría porque es la mejor manera de crear un escenario favorable a sus propuestas.

 

  • 26 de noviembre del 2018

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