La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Más allá de que no exista la mayoría para vacar al jefe de Estado por incapacidad moral permanente o para inhabilitar a los miembros del Ejecutivo –por la suma de los votos comunistas con los llamados “niños”– las bancadas de la centro-derecha y las corrientes políticas de oposición que actúan en la sociedad comienzan a demostrar un peligroso temor ideológico frente a las narrativas comunistas y progresistas. Si las cosas son así, entonces, en el Perú han ganado los enemigos de la libertad.
Por ejemplo, ¿por qué el Congreso no se atreve a derogar los decretos del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE) que prohíben la tercerización laboral y fomentan la sindicalización y liberalizan el derecho a huelga? ¿Acaso no se comprende que ambos decretos son misiles más poderosos contra la inversión privada y las empresas, incluso, que los anuncios de la constituyente y las nacionalizaciones (que solo se quedaron en propagandas)? ¿Acaso las bancadas de Fuerza Popular, Avanza País y Renovación, no saben que el sector privado aporta el 80% de los ingresos fiscales y provee más del 80% del empleo? ¿Acaso no se entiende que el único actor que ha funcionado en las últimas tres décadas en la sociedad ha sido el sector privado, mientras el Estado, los políticos y los partidos fracasaban, en todas las líneas?
Igualmente, en las bancadas de la centro-derecha acaso no se entiende que si el Perú hubiese sido una sociedad con 75% de pobres –en vez de 25%– cuando Castillo asumió el poder, es absolutamente posible que Pedro Castillo, Perú Libre y el Movadef, habrían concretado la asamblea constituyente. Con mayoría de pobres en la sociedad, la demagogia y las nacionalizaciones habrían prosperado a borbotones.
Estas interrogantes no solo valen para las bancadas democráticas del Legislativo sino también para toda la oposición democrática. El sector privado, la principal explicación del 75% del total de pobreza reducida en las últimas tres décadas, por ejemplo, se ha quedado solo, sin respaldo político, frente a los decretos del MTPE que pretenden ahogar la inversión privada. Si bien los sectores privados han ganado una batalla administrativa en Indecopi, con la inaplicación de la prohibición de la tercerización, las batallas alrededor de estos problemas son altamente políticas.
¿Acaso la oposición está esperando que mediante un decreto supremo se avance en la estatización de las empresas, estableciéndose la participación de los “trabajadores” en los directorios? ¿Por qué la oposición no percibe la amenaza de estos decretos? Si no se pelea, los enemigos de la inversión seguirán avanzando.
La respuesta a esta situación es el temor ideológico de la oposición al comunismo y al colectivismo. Se considera que defendiendo a las empresas se aparece “al lado de los “ricos” y en contra de los “trabajadores”. Sin embargo, estas percepciones son producto de la colonización ideológica del progresismo y el colectivismo.
Vale señalar que la derogatoria inmediata de estos decretos tendría un enorme apoyo en los sectores emergentes del país, porque más del 80% de los contratos de empleo son informales. Las micro, pequeñas y medianas empresas no pueden sortear los costos laborales que los burócratas aprueban para ganar popularidad.
Por otro lado, es necesario desarrollar una feroz lucha ideológica en contra del colectivismo. ¿Cuál es la base del bienestar y la prosperidad de los trabajadores en las sociedades desarrolladas? ¿La inversión privada que crea empleo o la sindicalización que proclama derechos como si la riqueza se cosechara de la lluvia?
Acaso no hay partido político o un líder que represente al mundo de los empresarios del mundo emergente y popular y sostenga que la única prosperidad que se conoce para los trabajadores y la sociedad proviene de la inversión, la innovación y la heroicidad de los empresarios. El resto es pura narrativa marxista que asusta en extremo a la oposición política.
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