La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La sociedad peruana es una en donde la informalidad parece envolverlo todo. El Perú oficial, el Perú legal, está casi cercado por sectores populares y emergentes que se han vuelto predominantes en el país. Una manera de entender el problema ha sido considerar que la informalidad es una reacción cultural frente a la legalidad. En otras palabras, el peruano es chicha por naturaleza. Semejante tesis se desvirtúa, en el acto, cuando constatamos que todos los peruanos que emigran a sociedades desarrolladas suelen triunfar y convertirse en conquistadores de un nuevo mundo.
La otra gran explicación tiene que ver con el desborde popular que desarrollara José Matos Mar o la informalidad legal que investigara Hernando de Soto. Al respecto vale señalar que, desde los primeros trabajos de Jorge Basadre, solemos hablar de un Perú oficial y otro profundo, real. De la existencia de dos países, cortados por un Estado que solo representa una parte de la sociedad. Sin embargo, cuando se analiza la naturaleza de la sociedad informal y de los sectores emergentes surgen los alineamientos ideológicos.
En la sociología de izquierda siempre se ha pretendido señalar que la informalidad solo es fuente de pobreza y exclusión, pero que no representa nada en cuanto a la posibilidad de un nuevo orden. Y se sostiene semejante tesis porque en todos los mercados populares y emergentes explota la libertad económica entre empresas, entre empresarios y trabajadores, mientras los mercados bullen de aquí para allá. En otras palabras, en las sociedades emergentes no hay nada que se parezca a estatismo y sobrerregulaciones. Existe una distancia sideral con ese Estado que inventa sobrerregulaciones, costos y aduanas en cada procedimiento que establece para los ciudadanos y la sociedad.
Bajo esta perspectiva es absolutamente entendible, por ejemplo, que los ciudadanos del sur voten a favor de las propuestas del radicalismo de izquierda. Sin embargo, vale aclarar que los sureños no votan por el programa de la izquierda, no votan por las expropiaciones y el control de precios. Votan contra el Estado que se ha convertido en el principal enemigo de sus actividades empresariales. Es imposible, por ejemplo, que los mercados populares de Juliaca, que se caracterizan por practicar un “capitalismo salvaje” –según la terminología de izquierda– apoyen propuestas estatistas y controlistas que van contra su propia naturaleza. Lo hacen porque nadie enfrenta al Estado como suele hacerlo el radicalismo.
¿Qué pretendemos señalar? Que nadie en el sistema político está representando al mundo popular y emergente en sus demandas contra el Estado oficial. Por ejemplo, los partidos del Congreso consideran que derogar las leyes laborales del sector Trabajo, que pretenden colectivizar las relaciones de trabajo, los convierte en “pro empresarios” y los “distancia del pueblo”. Ignoran que los mercados populares representan más del 60% de la economía y más del 85% del empleo que se desarrolla en varios niveles de informalidad.
El Estado en el Perú se ha convertido en un verdadero ogro filantrópico que ha puesto aduanas y muros de Berlín en cada procedimiento, arrinconando a los ciudadanos y empresas en la informalidad. Y ese paquidermo sigue creciendo porque los gobiernos de izquierda inflan las planillas e inventan consultorías de todo tipo. El Estado aumenta su adiposidad; sin embargo, la reacción de la sociedad es construir más informalidad.
La gran reforma del Estado que exprese la nueva sociedad que ha surgido en las últimas tres décadas necesariamente tendrá que considerar los aportes de los especialistas y académicos. No obstante, para ser real, tendrá que ser un proceso de abajo hacia arriba. Es decir, considerar el nuevo orden que se construye en las sociedades emergentes y considerar las relaciones libres entre empresas, y entre empresas y trabajadores, que causarían la admiración de Hayek y otros grandes liberales. Lo popular incuestionablemente es enemigo del estatismo y el colectivismo. Sin embargo, nadie se atreve a representar a esas sociedades mayoritarias, permitiendo que surjan candidatos como Pedro Castillo, Vladimir Cerrón o Antauro Humala.
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