La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Acaba de cumplirse 20 años de la publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y la conclusión es incuestionable: las tesis del mencionado documento, antes que reconciliar a los peruanos, han construido abismos que parecen insalvables. El informe de la CVR fue concebido para describir y desarrollar diagnósticos sobre la violencia subversiva de los ochenta; sin embargo, es el texto que ha organizado la guerra política que se ha devorado los avances económicos e institucionales de las últimas tres décadas.
¿Por qué la dureza con el informe de la CVR? Es innegable que el señalado documento contiene todo lo mejor de la sociología y la historia de entonces, e igualmente recoge decenas de valiosos testimonios de las víctimas del Partido Comunista-Sendero Luminoso y de los excesos de la violencia del Estado. Sin embargo, está redactado con las medias verdades con que suele perpetrar las cosas el progresismo neomarxista. Por ejemplo, en las conclusiones generales del conflicto se establece que Sendero Luminoso tiene la principal responsabilidad en desencadenar la violencia, pero se agrega el concepto de “conflicto armado interno”. Con respecto al papel de las fuerzas armadas, se reconoce la responsabilidad constitucional de enfrentar la violencia terrorista, pero se agrega que hubo “una violación sistemática de derechos humanos”. Asimismo, se sostiene que el fundamentalismo maoísta fue la causa principal de violencia, pero enseguida se agrega la exclusión y la desigualdad como factores similares.
A nuestro entender el informe de la CVR, por sobre cualquier argumento de la realidad, tuvo el propósito de equiparar la violencia criminal y terrorista con la respuesta contrasubversiva del Estado con el objeto de iniciar una feroz retaliación y neutralización de las fuerzas armadas. De allí el estribillo de conflicto armado interno que, más allá de las intenciones, termina velando la feroz ofensiva terrorista y totalitaria contra los peruanos de toda condición social. Por otro lado, el objetivo ideológico de demonizar al Gobierno de Alberto Fujimori salta a la primera hojeada del texto, mientras que se descarta otras responsabilidades políticas e históricas..
A nuestro entender la guerra que desarrolló la sociedad peruana contra el terrorismo genocida de Sendero Luminoso fue la guerra de más contenido nacional y democrático de la historia republicana, sobre todo por una de las más impresionantes movilizaciones campesinas que terminaron con el control terrorista del área rural. Ni las guerras de Independencia ni la Guerra del Pacífico tuvieron ese contenido nacional e integrador.
Más allá del necesario reconocimiento de que hubo excesos en la violencia contraterrorista del Estado, es evidente que la guerra contrasubversiva fue una con las mayores participaciones campesinas de América Latina. De allí que los comités de autodefensa (DECAS) acabaran con el control terrorista en una década (algo que a Colombia le demanda más de medio siglo). Cuando la alianza de las fuerzas armadas y los campesinos pulveriza el control senderista en el área rural, el mando senderista focaliza el terror en Lima y las ciudades. Y es sabido, porque figura en todos los manuales, que el terrorismo urbano siempre cae ante la inteligencia del Estado. En ese contexto, los valerosos policías del GEIN capturaron a Abimael Guzmán y la mayoría del comité central senderista.
Con un humor de claro contenido excluyente, los sectores progresistas pretenden negar la gesta campesina, negar a los héroes campesinos de las DECAS, para que todo quede reducido a la gesta policial en Lima. Si se reconociera la más impresionante movilización campesina de nuestra historia, de claro contenido anticomunista y antiterrorista, todo el relato faccioso de la CVR se disolvería en el aire.
En síntesis, luego del informe final de la CVR, los peruanos no pudimos celebrar la única victoria nacional que unificó a todos: desde los barrios mesocráticos hasta las comunidades en los Andes. De lo contrario, las calles de Lima estarían llenas de héroes campesinos de las DECAS. Y, en vez de celebrar, nos embarcamos en una guerra política que adquirió ribetes religiosos y fundamentalistas cuando un sector de los peruanos decidió votar por Pedro Castillo, el peor candidato de la historia republicana, que ingresaba a la política como aliado del Partido Comunista de Sendero Luminoso.
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