La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La nueva presidente del Consejo de Ministros, Betssy Chávez, ha formulado un llamado al diálogo con la oposición, exigiendo una actitud democrática de sus interlocutores. Lo hizo apenas fue nombrada en el cargo y casi paralelamente a que se activara un proceso de vacancia presidencial en el Legislativo.
Sin embargo, Betssy Chávez ha sido la protagonista de la mayor guerra de clases que ha desarrollado el gobierno de Pedro Castillo. Una ofensiva de clase que, incluso, ha determinado que los gremios empresariales se retiren del Consejo Nacional de Trabajo (CNT), del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE).
Pero no solo los gremios empresariales se retiraron del señalado consejo, sino que la propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) criticó la decisión del Ejecutivo de promulgar decretos supremos que modifican radicalmente las relaciones de trabajo en el Perú sin consultar al sector empresarial, tal como lo establecen todos los tratados internacionales sobre la materia. Como todos sabemos los pactos internacionales y la legislación peruana promueven el diálogo tripartito en asuntos laborales entre el Estado, los trabajadores y los empresarios.
Los tres decretos laborales que analizamos prohíben la tercerización laboral (hoy su aplicación ha sido suspendida por Indecopi); fomentan la sindicalización en fábricas, ramas productivas y grupos empresariales; y liberalizan en extremos el derecho a huelga. Todos estos decretos fueron promulgados bajo el criterio socialista y comunista acerca de que el bienestar de los trabajadores depende de la guerra de clases y no de la inversión e innovación de los empresarios, tal como sucede en todas las sociedades que han alcanzado el desarrollo (por ejemplo, Estados Unidos).
Pero he aquí lo más grave: la ex ministra de Trabajo Betssy Chávez promulgó, por ejemplo, el decreto de tercerización laboral con todas las estrategias y tácticas de la guerra de clases. Según diversas versiones, la ex titular de Trabajo hizo el ademán de conversar y dialogar con los gremios empresariales por varias semanas, pero luego sorprendió a todos con una acción directa de clase: contra viento y marea promulgó los mencionados decretos e implementó a rajatabla la llamada “Agenda 19” que, en la práctica, propone colectivizar las relaciones laborales.
Considerando estos antecedentes es de sentido común considerar que los llamados al diálogo de la nueva PCM forman parte de las conocidas estrategias comunistas del paso atrás leninista –para enfrentar situaciones adversas– y luego dar dos adelante y derrotar al enemigo.
Lo más grave de todo es que la unilateralidad e intolerancia en la promulgación de los tres mencionados decretos laborales revela un profundo desconocimiento acerca de la gigantesca importancia del sector privado para el Perú de hoy: aporta el 80% de los ingresos del Estado, provee más del 80% del empleo –en los sectores formales e informales– y sigue representando cerca del 80% del total de lo que se invierte en el país.
Según las concepciones que justifican los tres decretos laborales señalados, la riqueza de una sociedad no se crea, sino que existe como un regalo de la naturaleza y, por lo tanto, mediante la guerra de clases se puede distribuir de manera más justa y equitativa. Semejante concepción, que pone por delante “la riqueza distribuida para el trabajador” antes que la inversión y la innovación empresarial, fue la filosofía predominante en los países de la Ex Unión Soviética y hoy lo es de Cuba, Venezuela y los proyectos bolivarianos. Es decir, de las mayores fábricas de pobreza de la humanidad.
El resultado siempre es el mismo: los trabajadores supuestamente protegidos con derechos y redistribuciones por decretos terminan migrando a las sociedades (Estados Unidos, Europa y ahora Asia) que protegen al sector privado; a aquellos países en los que la inversión fluye a raudales y se crea tanto empleo que los trabajadores deciden cómo y con quién trabajar. Todos quieren migrar a los Estados Unidos porque los trabajadores se vuelven dueños de su futuro.
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