El ataque en Putis y la urgencia de una estrategia nacional antidrogas

El lunes pasado miembros de una patrulla militar policial se enfrentaron a columna narcoterrorista en la provincia de Huanta, dejando un saldo de cuatro muertos y tres heridos en las Fuerzas Armadas y dos narcoterroristas del Vraem. Los militares que cayeron en defensa de la patria fueron Tte. EP Michael Bazán Peche, SO1 EP Anderson Arrigoila, SO3 EP Dani Cayahua Condori y Sgto1 EP Fermín Arroyo Guzmán.

En el desarrollo de esta noticia existen dos fenómenos que se entrecruzan: el terrorismo y el narcotráfico a secas. Y no es extraño que así suceda. Lo mismo suele acaecer en diversas experiencias de terrorismo y columnas armadas en áreas rurales. En los años ochenta, el Perú fue el primer productor mundial de hoja de coca y padeció uno de los terrorismos más letales del planeta. Sendero Luminoso llegó a controlar una tercera parte del territorio, sobre todo en el campo. Hoy Colombia sigue siendo el principal productor de hoja de coca y droga del mundo, y todavía no puede terminar con el terror rural.

El ataque a la patrulla militar policial que analizamos sucedió en Putis, en Huanta, en el Valle del Río Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), área o región considerada como el principal valle cocalero del país porque produce alrededor del 70% de la cocaína del país. El narcotráfico y el terrorismo rural, pues, aparecen como las dos caras de una misma moneda.

En este contexto, vale recordar que hoy el Perú se ubica como segundo productor mundial de hoja de coca, luego de Colombia. De acuerdo al último informe de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), entre el 2021 y el 2022 la extensión de los cultivos de hoja de coca sumó más de 95,000 nuevas hectáreas, registrándose un incremento del 18%. Es necesario subrayar que, en el 2019, existían más de 54,000 hectáreas. En otras palabras, en el 2022 los sembríos se habrían casi duplicado.

Una de las cosas más preocupantes de esta situación es que el aumento de los cultivos de hoja de coca no solo se produce en el VRAEM, sino en regiones como Ucayali y Loreto. Y he aquí lo que agrava en extremo el problema: el avance del cultivo insumo de la droga se desarrolla a costa de los sembríos del café y del cacao, dos cultivos bandera de cualquier estrategia de sustitución de los cultivos de la hoja de coca.

Algo más a tomar en cuenta. El avance del narcotráfico y la violencia no solo destruye las posibilidades económicas y sociales de las regiones comprometidas, sino que amenaza a la propia existencia del Estado de derecho. El motivo: el narcotráfico en las regiones crea zonas liberadas de la autoridad de la Constitución y las instituciones tutelares.

Por todas estas consideraciones, el Perú necesita con extrema urgencia una estrategia nacional antidrogas para enfrentar semejante amenaza al sistema republicano. En ese sentido, vale insistir en que retomar la colaboración antidrogas con los Estados Unidos es muy necesaria y extraordinaria para el país. Sin embargo, el añadido del PCM, Alberto Otárola, acerca de que la interdicción aérea a desarrollarse será “no letal” echa sombras a la decisión del Ejecutivo. Si se trata de interdicción aérea, ¿cómo no puede ser letal?

El país necesita interrumpir los envíos de droga mediante una interdicción aérea efectiva para presionar en el descenso general de precios en el negocio ilícito. Igualmente se requiere erradicar los cultivos de coca ejerciendo el principio de autoridad del Estado de derecho. Además, junto a estas políticas de autoridad estatal contra el negocio ilícito, el país debería contar con una estrategia integral de sustitución de cultivos de la hoja de coca para convertir a los campesinos en aliados directos de una estrategia antidrogas. Necesitamos que los campesinos y los agricultores se pongan del lado del Estado de derecho; es decir, necesitamos reeditar la estrategia de los noventa, que logró ganar a los peruanos del área rural en contra del terrorismo y el narcotráfico.