La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El primer discurso oficial de Fiestas Patrias de la presidente Dina Boluarte, de una u otra manera, dejó la impresión de un sistema democrático que se estabiliza pese a las tormentas y cataclismos que enfrentó algunos meses atrás. Si recordamos que, en diciembre del año pasado, Pedro Castillo perpetró un golpe de Estado que fracasó por la resistencia y firmeza de las instituciones democráticas, y si también evocamos la violencia insurreccional del verano pasado –que dejó un saldo lamentable y doloroso de más de 60 peruanos fallecidos–, entonces no es exagerado sostener que la democracia comienza a recuperar la salud perdida.
Algo más. Si consideramos que los sectores radicales, comunistas y vinculados al eje bolivariano, convocaron a una movilización nacional que apenas reunió a algunas centenas, no es arbitrario sostener que las amenazas a la gobernabilidad ya no están por fuera del Ejecutivo y el Congreso, sino dentro de estas instituciones. Al menos por ahora, todo parece depender de ambos poderes del Estado.
Planteada esta aproximación, el principal déficit del mensaje presidencial de Dina Boluarte ha sido no comprender la enorme importancia de la inversión privada, el crecimiento y la reducción de la pobreza como factores de la estabilidad política. El mensaje convirtió, de alguna manera, al Estado en el principal actor del crecimiento y la reactivación.
Más allá de que la jefe de Estado mencionara que Proinversión impulsará inversiones en infraestructuras por más de US$ 1,760 millones mediante la modalidad de asociaciones público privadas y obras por impuestos, más allá de anunciar la creación de un fideicomiso de titulización para obtener créditos bajo la modalidad de Estado a Estado para proyectos de transporte urbano en la capital, de autorizaciones para exploraciones mineras por más de US$ 200 millones y el destrabe la III Etapa de Chavimochic, el Ejecutivo no se ha presentado como un promotor de la inversión privada. O dicho de otro modo, estos anuncios no alcanzan para relanzar el crecimiento y evitar el deterioro económico y social.
Vale anotar que si hoy el Perú recupera parte de su estabilidad política es porque el modelo económico se ha convertido en la principal fuerza de resistencia al eje bolivariano. En las últimas tres décadas el país redujo la pobreza del 60% de la población a 20% (antes de la pandemia), y según el Banco Mundial, el 80% del total de reducción pobreza se explica por la inversión privada. El Gobierno de Pedro Castillo bloqueó cualquier posibilidad de nuevas inversiones con su proyecto de constituyente y nos dejó la pobreza en 27.5%. El primer semestre de este año el crecimiento ha sido cero y la pobreza inevitablemente seguirá en aumento.
Bajo estas cifras aterradoras, el discurso de Boluarte no sirve para reactivar: el Estado no se comprometió a restablecer el Estado de derecho en el corredor minero del sur ni a concretar proyectos como Tía María, Majes Siguas II y los proyectos mineros del norte. Tampoco hubo alguna idea o propuesta de reformas en temas tributarios, laborales o propuestas para desregular la burocracia estatal.
Bajo estas consideraciones es evidente que el Gobierno de Boluarte debe ser calificado como uno de izquierda. Es decir, una administración que prioriza el protagonismo del Estado y el proteccionismo en la economía antes que el sector privado y los mercados. Por ejemplo, en el discurso se apostó por promover el diálogo entre empresarios y trabajadores, pero no para fomentar una reforma laboral que formalice el empleo, sino para conseguir un aumento del sueldo mínimo vital.
Sin embargo, los anuncios de gasto estatal directo para las obras de prevención –sin convocar al sector privado ni a las cámaras de comercio regionales– sobraron de aquí para allá. Se anunció que para el Fenómeno de El Niño se destinarán S/ 1,769 millones para 617 acciones preventivas en siete regiones declaradas en emergencia; S/ 320 millones para el sector vivienda; S/ 639 millones para compras de excavadoras, retroexcavadoras y material mecánico para descolmatar los ríos y construir canales.
Algo que llamó la atención es la idea de relanzar el papel de las fuerzas armadas en las actividades empresariales: S/ 932 millones para reparar 14 aviones, helicópteros y otras naves para atender emergencias y el fomento a una industria naval de construcción de barcos por US$ 932 millones.
Luego del mensaje presidencial, pues, se afirma la estabilidad institucional, se consolida el perfil de izquierda del Ejecutivo y surge la urgente necesidad de gestar una oposición democrática diferente al radicalismo y al eje bolivariano.
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