Editorial Política

Dejar la cuarentena medieval para aislar el virus en la comunidad

De lo contrario, la sociedad explotará con más pobreza y pandemia

Dejar la cuarentena medieval para aislar el virus en la comunidad
  • 20 de abril del 2020

Es incuestionable que la pandemia del Covid-19 ha puesto en jaque a todos los sistemas de salud –incluidos los de los países desarrollados– por la capacidad del virus de propagarse a niveles exponenciales. De allí que las cuarentenas generalizadas se hayan convertido en las recetas de los estados para contener el avance de la pandemia. Sin embargo, hay estados que han entendido a la cuarenta como un elemento más de la estrategia, y no como el única, porque tienen conciencia de que la destrucción del aparato productivo puede ser más letal que la pandemia, por su capacidad de generar pobreza y destruir las posibilidades fiscales de los estados.

En el Perú los problemas acumulados en el sistema de salud y la imprevisión del Ejecutivo han determinado que la cuarenta se convierta en la única estrategia. La falta de pruebas moleculares y la escasez de respiradores mecánicos (según el Colegio Médico, habría mucho menos que el número oficial) determina que la cuarentena se convierta en la única apuesta en contener el avance del virus. Pero esa apuesta ya comienza a destruir el aparato productivo, a interrumpir la cadena de pagos, a quebrar empresas y a cerrar miles de empleos. Las decenas de jóvenes que han perdido su empleo y han sido desalojados de los cuartos que alquilaban, y que buscan desesperados regresar a sus provincias para sobrevivir, son la mejor instantánea de una recesión que –según los economistas– podría estar entre -3% y -5% del PBI, y podría significar un aumento de la pobreza entre 4 y 5 puntos porcentuales.

Si las cosas siguen por este rumbo la sociedad explotará, sobre todo considerando el 72% de informalidad laboral y los millones de peruanos que trabajan para conseguir el diario en los mercados populares. La recesión y la pobreza causarán muchos más muertos que la pandemia. Y el mundo informal, en pánico y desesperación, ignorará las reglas necesarias del distanciamiento social, el uso de tapabocas y otras conductas sociales sanitarias.

Es evidente, pues, que la cuarenta medieval que se utilizaba en espera de que el virus desapareciera de las aldeas por sus ciclos naturales no puede aplicarse en el siglo XXI urbanizado. El Ejecutivo debe variar la estrategia y comprar millones de pruebas moleculares y equipar a los hospitales con unidades de cuidados intensivos para enfrentar los estragos del virus. Sin embargo, para continuar el Estado debe aliarse con las dirigencias populares del mundo emergente (mercados, comités de seguridad ciudadana, comités de vaso de leche, clubes de madres, dirigencias vecinales, alcaldes y gobernadores) para dotar a la estrategia sanitaria de los miles de ojos y de oídos que se requiere para aislar el virus en las comunidades, y desarrollar cuarentenas y medidas de emergencia focalizadas. Es decir, se debe apostar por la llamada estrategia comunitaria.

Girar hacia la estrategia comunitaria para el aislamiento del virus es el único camino que llevará a encender los motores de la economía. Por ejemplo, la minería, la agroindustria, la pesquería y la industria alimentaria son actividades que, por sus condiciones de aislamiento social, pueden cumplir con todas los criterios sanitarios de la distancia social. En estas actividades la aplicación de pruebas moleculares a los trabajadores y a los entornos laborales y sociales indirectos debe estar a cargo de las empresas. El mismo criterio debe tenerse con los sistemas de delivery, que deberían reactivar a gran parte del sector servicios.

Lo que pretendemos señalar es que no puede existir estrategia sanitaria en contra del virus si es que no se toma en cuenta el curso de la situación económica y del aparato productivo. Sobre todo en una sociedad como la peruana, con altos niveles de pobreza e informalidad.

  • 20 de abril del 2020

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