La comisión de Constitución del Congreso de la R...
El Perú necesita un acuerdo nacional para relanzar el crecimiento de la economía y el proceso de reducción de pobreza y, al mismo tiempo, salvar el modelo republicano de la propuesta del eje bolivariano, que pretende instalar una asamblea constituyente. Cuando se habla de convergencia o de acuerdo nacional, en primer lugar es necesario rescatar este concepto de su deformación progresista que, incluso, institucionalizó el acuerdo nacional mientras se desarrollaba una terrible judicialización de la política. No puede existir convergencias con exclusiones del adversario.
Las proyecciones señalan que el crecimiento del 2023 apenas llegará al 1% del PBI: es decir, una devastadora cifra con la que el Perú volverá a aumentar pobreza. Antes de la pandemia la pobreza estaba debajo del 20% de la población. Luego del coronavirus y el Gobierno de Pedro Castillo, la pobreza se incrementó a 27.5% (más de nueve millones de pobres). Luego de reducir la pobreza del 60% de la población al 20% en tres décadas, el Perú ha vuelto a ser una sociedad que aumenta este flagelo.
Considerando que cuando se reducía sostenidamente pobreza, la amenaza antisistema se presentó en las elecciones del 2006 y del 2011, hasta que el 2021 ganó Pedro Castillo y su propuesta de la constituyente, ¿qué puede suceder en las elecciones del 2026 si el Perú se convierte en una sociedad que incrementa este flagelo social? Más allá de cualquier especulación estamos hablando de un escenario absolutamente favorable al antisistema.
Por todas estas consideraciones, el Perú necesita un gran acuerdo nacional que unifique a todos los sectores políticos del país alrededor de políticas públicas que relancen el crecimiento y el proceso de reducción de la mayor lacra que afecta a una sociedad: la pobreza. Un acuerdo que debe incluir a todos –a izquierdas y derechas democráticas– y que no sea una coartada para legitimar las exclusiones de algunos.
El acuerdo nacional debe poner en el banquillo de los acusados a un Estado disfuncional que se ha llenado de sobrerregulaciones y procedimientos para ahogar a las iniciativas creadoras de la sociedad, el sector privado y los ciudadanos en general. ¿Cómo organizamos un Estado simplificado que se convierta en aliado del ciudadano y el privado? Esa es la pregunta crucial. Un Estado burocrático convierte en letra muerta el espíritu desregulador de la Constitución de 1993 y los 22 tratados de libre comercio firmados por el país.
Sobre la base de una nueva idea de Estado, el Perú debe avanzar hacia una reforma tributaria que simplifique los diversos sistemas tributarios en uno simplificado, con bajos impuestos y de fácil acceso. Igualmente se debe considerar una gran reforma laboral sobre la base de la flexibilidad en los contratos de trabajo, tal como sucede en todas las sociedades que han alcanzado el desarrollo.
Asimismo, considerando objetivos de mediano y largo plazo, el Perú debe proponerse avanzar en las reformas de la educación y del sistema de salud para desarrollar un capital humano calificado para enfrentar los procesos de innovación que demanda la economía mundial. Igualmente, las inversiones en infraestructuras, para superar los retrasos acumulados de más de US$ 120,000 millones, se convierten en asuntos centrales del crecimiento: sin infraestructuras físicas es imposible que exista un crecimiento sostenido.
Únicamente con una voluntad de todas las corrientes democráticas en el país de converger alrededor de políticas públicas de esta naturaleza, el sistema republicano volverá a ser predecible para las inversiones, los mercados y el capitalismo en general. Hoy, tal como lo ha sostenido el economista Elmer Cuba en este portal, el principal problema de las bajas tasas de crecimiento de la economía no está en los asuntos estrictamente económicos, sino en la política, en el espacio público.
La política, el Estado, la desaprobación ciudadana del Ejecutivo y del Congreso, desalientan la posibilidad de nuevas inversiones, y lentifican el crecimiento y la reducción de la pobreza. Un acuerdo nacional de todos los sectores democráticos indicaría que la política se está regenerando para recuperar su verdadera naturaleza.
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