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La Asociación Peruana de Seguros (Apeseg) acaba de emitir un comunicado en el que se señala que el sector privado de la salud ha sido convocado por el Ministerio de Salud (Minsa) a participar en el proceso de vacunación. Una buena noticia en medio de la tragedia nacional en que comienza a convertirse el proceso de vacunación que implementa el Estado fallido. Si el Estado es la fuente de todas las tragedias nacionales, entonces, siempre será extremadamente positivo convocar al sector privado.
Sin embargo, el Ejecutivo, en la práctica, ha anunciado que solo cuatro millones de peruanos mayores serán vacunados hasta el relevo constitucional de la administración Sagasti. Todo lo demás se verá en el segundo semestre. ¿Qué significa un anuncio de esta magnitud? Simplemente que la pandemia y la alta letalidad seguirán avanzando en medio del dolor de las familias peruanas. E igualmente significa que la sociedad peruana no estará inmunizada en el 2021 –sí lo estarán la mayoría de países de ingreso medio– y las posibilidades de recuperación y relanzamiento de la economía seguirán siendo grandes interrogantes. En otras palabras, alta letalidad y persistencia de la pobreza para este año.
Ante esta situación, la decisión del Estado de convocar al sector privado a su propio proceso de vacunación fallido sigue siendo una gota de agua en medio de un desierto y de millones de sedientos. Por todas estas consideraciones, los peruanos de buena voluntad exigimos que se respete la Constitución, que establece que las prestaciones de salud se desarrollan a través del sistema público y privado. En ese sentido, es urgente que se acabe con el monopolio anticonstitucional del Estado con respecto a la importación de las vacunas contra el Covid.
Hasta ahora los argumentos del Ejecutivo son realmente fútiles. Se sostiene que los laboratorios no le venden a privados en momentos en que diversos países –entre ellos Colombia– comienzan a movilizar a las empresas para adquirir la mayor cantidad de vacunas en el 2021. Y si no le venden a privados, ¿cuál es el problema de terminar con el monopolio estatal con la correspondiente vigilancia del sector Salud? Si los privados no pueden adquirir vacunas, no pasará nada. Sin embargo, todos sabemos que el argumento gubernamental no es cierto.
De otro lado, el Ejecutivo ha sostenido que los laboratorios exigen garantías del Estado porque las vacunas están en tercera fase de ensayos clínicos. Cierto. Sin embargo, todo se resolvería con un simple decreto supremo o una ley del Congreso en que se establezca que, en cuanto a las vacunas, el Perú homologa sus registros sanitarios a los de la FDA de Estados Unidos, la EMA de Europa y el Ministerio de Salud de la Federación Rusa. Y en este contexto, el Estado otorga las garantías a todas las vacunas autorizadas.
No obstante, el Ejecutivo prioriza la ideología sobre la tragedia nacional. La conducta del Gobierno comienza a ser más que grave, sobre todo porque el 70% de la población nacional podría pagar una vacuna a los precios del mercado mundial y se lograría inmunizar a la sociedad en el 2021. Y el Estado podría destinar las vacunas públicas a los sectores de menos ingresos. Menos muertos y menos pobreza, el resultado natural.
El monopolio estatal de las vacunas y el avance de la pandemia comienzan a afectar el normal desarrollo del sistema republicano: no solo se trata de la alta letalidad que destruye familias, sino también del normal desarrollo de las elecciones nacionales y las posibilidades de recuperación económica.
La tozudez ideológica de la administración Sagasti, poco a poco, se convertirá en uno de los mayores despropósitos de esta década. Sin embargo, no solo es el Ejecutivo, el Congreso también contempla indolente la persistencia del nocivo monopolio estatal, sin tomar la decisión de legislar. Igualmente, los tribunales y diversos sectores han permanecido indiferentes ante la terquedad ideológica de un Ejecutivo que comienza a ser la representación más gráfica del concepto de Estado fallido.
Unos años atrás era imposible imaginar tantas ineficiencias al frente del Estado. Hoy el Perú parece amarrado de brazos frente a la tragedia nacional en curso.
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