La censura del ministro de Energía y Minas, Rómu...
Luego de casi dos años de envilecedora polarización Ejecutivo-Legislativo, sorprendentemente, la noticia de la Encuesta Nacional de Hogares del INEI, que señala que la pobreza en el 2017 aumentó un punto, ha desatado un interesante debate sobre las causas del regreso de este flagelo social. Y, como siempre, tal como sucede en cualquier sociedad abierta, la discusión tiene un trasfondo ideológico. Por ejemplo, una legión de “pobretólogos” nos señala que como el Perú ha reducido la pobreza en alrededor de 20% de la población, avanzar en contra de este flagelo a partir de ese porcentaje se vuelve cada vez más difícil. Enseguida subrayan la importancia del gasto social del Estado como la fórmula para desaparecer este terrible mal en pleno siglo XXI.
En la argumentación de los “pobretólogos”, sin embargo, se ignora una verdad del tamaño de un continente: que el Perú en los últimos cuatro años ha crecido menos de 4% anual, una cifra que hace imposible absorber la demanda de empleo de los 250,000 jóvenes que se incorporan cada año a las actividades laborales. Con una expansión tan raquítica del PBI, por más rayo láser que se aplique en la focalización de los programas sociales y por más que se incrementen los presupuestos, el Perú, tarde o temprano, seguirá incrementando la pobreza. El “pobretólogo” ningunea la principal y abrumadora verdad en la lucha contra la pobreza: el crecimiento.
Desde las reformas económicas y sociales de los noventa —que liberalizaron el comercio, desregularon los mercados, liberalizaron los precios y privatizaron el Estado empresario— la pobreza en el país cayó del 60% de la población a solo el 20%. Los estudios nacionales e internacionales señalan que el 75% total de esa reducción de pobreza se basó en la inversión privada y el 25% restante en el esfuerzo estatal. El crecimiento en base a la inversión privada, pues, es el principal motor de la reducción de pobreza más impresionante de toda la historia del Perú.
Es verdad que la polarización política que alentó el nadinismo (y que el pepekausismo llevó al paroxismo), el caso Lava Jato y el fenómeno de El Niño costero, tienen mucho que ver con el aumento de la pobreza en el 2017. Pero detrás de esos hechos está una ofensiva anticapitalista que, consciente o inconscientemente, los peruanos que defendemos las libertades políticas y económicas hemos dejado pasar. Un ejemplo: si todos los proyectos mineros del país estuviesen en ejecución, el Perú estaría creciendo holgadamente por encima del 5% y hacia el 2021 la pobreza sería arrinconada al 15% de la población. Bueno, todos dejamos que el nadinismo bloqueará la producción de la mina Conga y de todo el cinturón de cobre del norte: perdimos una producción de un millón de toneladas en un país que actualmente produce 2.5 millones. Una locura.
Del total de lo invertido en el Perú, el 80% corresponde al aporte privado. Sin embargo en el Congreso ha pasado una ley de cabeceras de cuenca que pretende bloquear la producción de cobre por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar. Cuando es casi seguro que el 43.5% de la anemia infantil en la niñez se disparará por el aumento de la pobreza, en el sector salud, en las izquierdas y algunos médicos comunicadores, se inventan cifras acerca de que en el Perú se habría disparado la obesidad, con el objeto de aprobar unos octógonos prohibitivos para los alimentos industriales que solo se aplican en Chile. Se miente sin anestesia para golpear a la industria alimentaria.
El anticapitalismo florece entre los políticos, y algunos sectores proponen que todos los trabajadores CAS pasen a planilla. Se legisla con alegría a favor de diferentes grupos, creando forados fiscales en el preciso momento en que se ralentiza la economía, aumenta peligrosamente el déficit fiscal y caen los ingresos tributarios del Estado. En este contexto, ¿a alguien le extraña que aumente la pobreza en el Perú? Es la consecuencia natural, pues.
El debate sobre las causas y los responsables del aumento de pobreza, entonces, es de fondo y tiene un gigantesco trasfondo ideológico. Aprovechemos la circunstancia para desvelar la raíz de las cosas.
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