Globalización

Modelo brasilero se hunde en corrupción

Modelo brasilero se hunde en corrupción
  • 02 de junio del 2014

¿Por qué Brasil se estanca después de un crecimiento económico que propició el auge de su clase media y la caída de la pobreza?                                                                                                  

Brasil vive días festivos ad portas de ser otra vez sede del campeonato mundial de fútbol, pero ni siquiera las millonarias inversiones realizadas para infraestructura deportiva y hotelera necesarias para ese efecto han podido frenar la desaceleración de su economía.

Según el primer informe 2014 del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la economía global, este año el Producto Bruto Interno (PBI) brasileño crecerá 1.8% tras haber crecido 2.3% el 2013; la inflación superará la meta fijada y llegará a 5.9% -cerca del 6% del año pasado-, y el desempleo aumentará de 5.4% de la PEA en el 2013 a 5.6%, con perspectiva a crecer el 2015.

El menor crecimiento es atribuido por el FMI principalmente a la caída de la inversión privada ocasionada por una pérdida de confianza y de competitividad, y también por las restricciones de la oferta interna, sobre todo, en infraestructura.

El correlato de la desaceleración económica son las protestas sociales, que parecen haber ingresado a una tregua por el mundial de fútbol. Después del torneo no se sabe qué pasará, pero el malestar social está allí, latente, atizado por escándalos de corrupción protagonizados por ocho ministros. La propia presidenta Dilma Rouseff.ha sido involucrada en la compra de una refinería en Estados Unidos por 1200 millones de dólares, pese a que su valor real es de 200 millones.

¿Qué ha pasado para que Brasil se haya estancado después del fuerte crecimiento económico que empezó en 1993 y propició el crecimiento de la clase media y la reducción de la pobreza? ¿Volverán la hiperinflación y el caos que obligaron a cambiar a 13 ministros de economía del 80 al 93?

Los brasileños parecen haberse olvidado de que el ex presidente Fernando Henrique Cardoso acabó con la inflación y la parálisis con un banco central autónomo, cuentas públicas claras, disciplina fiscal y apertura a la inversión privada y al comercio. Esta receta la continuó Lula da Silva en la medida que el crecimiento lo proveyó de recursos para financiar los programas asistencialistas que fortalecieron su popularidad y le permitieron reelegirse. Después, el propio Lula y su sucesora, Dilma, desmontaron de a pocos la reforma de Cardoso y el estado empezó a gastar con desenfreno, recalentado la economía hasta que el crecimiento llegó a sólo 0.9%.

La nueva receta de Rouseff se basa en beneficios tributarios y aranceles altos para proteger a ciertas industrias, metas fiscales poco claras, y manejo de las cuentas públicas al “estilo Argentina”, o sea ocultando y maquillando las cifras. Este nuevo escenario ha creado un clima de incertidumbre entre los inversionistas que ha frenado el crecimiento económico.

La situación es tan seria que ahora Rouseff parece dispuesta a retornar la política económica responsable: El ministro de Finanzas, Guido Mantega, ha dicho que ya no usará la política fiscal para “estimular la economía” y anulará un impuesto polémico que grava los capitales. Pero aún persiste el intervencionismo estatal en la economía.

El “modelo socialista brasileño”, basado en políticas proteccionistas y populistas, ha naufragado en un mar de ineficiencia y corrupción. Lula y Dilma dilapidaron ingentes recursos públicos: Les dieron a los maestros la jubilación a los 50 años -con pensión equivalente a su último sueldo- y solo el 2012 destinaron más de 3,000 millones de dólares a Bolsa Familia, el programa de reparto de dinero más grande del mundo, según un estudio de la Universidad Estadual de Santa Cruz. Ese mismo año, la deuda pública llegó al 69% del PBI, según el FMI.

La organización británica Ratbone, ha señalado que Brasil recauda unos US$ 400 mil millones al año en tributos, casi lo mismo que el Reino Unido, pero los servicios públicos -salud, educación, transporte- brasileños son muy inferiores en calidad a los británicos.

En suma, Brasil es otro ejemplo de cómo, tarde o temprano, la interferencia de la política en la economía acaba arrastrando a ésta hacia los pantanos de la parálisis económica, con su secuela anti popular de inflación y desempleo.

  • 02 de junio del 2014

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