El modelo de sustitución de importaciones, el estatismo...
Cuando el marxismo y las corrientes colectivistas señalan o defienden –en la práctica– que solo el trabajo y los recursos naturales producen la riqueza de las sociedades han creado un equívoco monumental que solo desencadena pobreza y miseria en los pueblos. La idea de que solo los trabajadores producen la prosperidad de una sociedad llevó a los países de la ex Unión Soviética a desarrollar sorprendentes expropiaciones: sin embargo, el experimento se convirtió en una de las mayores fábricas de pobreza en la historia moderna.
Hispanoamérica está repleta de ejemplos de estatizaciones de recursos naturales. Desde las nacionalizaciones velasquistas hasta las estatizaciones del petróleo en Venezuela y del gas Bolivia. El resultado siempre es el mismo: miseria y tragedia en los pueblos. En Venezuela, la estatización de PDVSA ha creado una sociedad con el 90% de ciudadanos en pobreza, con una migración que alcanza el tercio de la población (alrededor de 10 millones de personas) y con ciudades que carecen de servicio eléctrico permanente, no obstante que el país llanero es el que tiene las mayores reservas probadas de petróleo en el mundo. Para ilustrar la tragedia venezolana en números vale señalar que desde la llegada de Nicolás Maduro al poder el PBI per cápita de los venezolanos se desplomó de US$ 8,692 a US$ 3,659 en la actualidad. Un derrumbe impresionante del 50% de los ingresos.
Bolivia es otro país maldecido por los recursos naturales. La estatización del gas de Bolivia por Evo Morales y el Movimiento de Acción al Socialismo en el 2006, un promedio de gasto estatal de más del 50% del PBI, un endeudamiento público permanente, proteccionismo general de la economía y subsidios generalizados han terminado derrumbando la economía boliviana. En el 2014 el país del altiplano tenía USD $ 14,000 millones en reservas; es decir, alrededor de la mitad del PBI. Hoy apenas sobrepasa los US$ 1,000 millones y no hay dólares para comprar combustibles, no obstante que Bolivia depende del 80% de importaciones en diésel y más del 50% en combustible. No hay transporte y las ciudades amenazan con desabastecerse.
En entrevista con este portal el profesor universitario Enrique Fernández García ha señalado que desde el 2006 hasta el 2020 en Bolivia se han despilfarrado los US$ 60,000 millones de las exportaciones de gas a Brasil y Argentina. Hoy no hay gas porque la famosa nacionalización, simplemente, alejó cualquier posibilidad de nuevas exploraciones de yacimientos. En otras palabras, literalmente, el MAS y los socialistas se comieron a la gallina de los huevos de oro de Bolivia.
Ante la tragedia en el país del altiplano se escuchan voces acerca del nuevo recurso natural que sacará a Bolivia del derrumbe: el litio. Y vuelan las propuestas acerca de emitir miles de millones de dólares para explotar el litio.
Planteadas las cosas en esos términos, es hora de que los hispanoamericanos y los peruanos entendamos que los recursos naturales por sí solos no producen la riqueza de una sociedad. De ninguna manera. Quizá para entender cómo se forma la riqueza de una sociedad habría que considerar sociedades como Japón, Corea del Sur, Singapur, entre otros, que no están dotados de grandes reservas en petróleo, gas, cobre y otros minerales. Sin embargo, han alcanzado el desarrollo y la prosperidad con PBI per cápita que van desde los US$ 33,000 hasta más de US$ 70,000. Comparen esos números con la tragedia de los venezolanos y bolivianos que apenas sobrepasan los US$ 3,000 en PBI per cápita.
La riqueza de las sociedades depende de la vigencia del Estado de derecho y la ley; es decir, de las condiciones institucionales básicas que explican que los países alcancen el desarrollo. Si no hay un Estado en que las instituciones controlen el poder político, si no se respetan los derechos de propiedad y los contratos entre los privados, y si no existe un sistema de justicia predecible, cualquier sociedad podrá tener los mayores recursos naturales del planeta, pero no alcanzará el desarrollo.
El ejemplo del Perú también es paradigmático. Por su dotación de recursos naturales nuestra sociedad debería ser una potencia planetaria, pero la precariedad de su Estado de derecho condena a nuestro país al subdesarrollo luego de dos siglos de independencia. ¡Es hora de aprender!
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