La Cumbre y el sistema menos malo

La VIII Cumbre de las Américas, a realizarse el 13 y 14 de abril en nuestro país, tiene como tema central de agenda “La gobernabilidad democrática frente a la corrupción”. Y de una u otra manera, encuentra al Perú como protagonista central de la temática mencionada.

El presidente Martín Vizcarra es el nuevo presidente que hará las veces de anfitrión de los 30 jefes de Estado y de Gobierno que han confirmado su participación en el evento. Más allá de que el ex presidente Pedro Pablo Kuczynski no haya sido procesado por los casos que se le imputan, es evidente que la sucesión constitucional de Vizcarra se produjo en la peor crisis de gobernabilidad que ha afectado a la democracia peruana en los últimos 17 años, precisamente por casos de corrupción. A pesar de todas sus debilidades, entonces, el Perú tiene mucho que hablar sobre la agenda central del evento de las Américas.

Y uno de los hechos que salta al primer golpe de vista es que la mejor manera de evitar los problemas de gobernabilidad desatados por la corrupción es preservando la democracia. En el Perú, cuatro ex presidentes están investigados y procesados, y uno sentenciado, por casos vinculados a corrupción. Gran parte de la clase política aparece comprometida en el llamado caso Lava Jato. Sin embargo, la democracia y las instituciones persisten. Algo parecido sucede en Brasil, en donde se acaba de encarcelar al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva. La conclusión: el antídoto más eficaz en contra de la corrupción y la impunidad es la democracia.

Semejante tesis no es ninguna novedad. Representa una regularidad que ha sucedido en las democracias más longevas y en la mayoría de países desarrollados. De alguna manera todas esas sociedades enfrentaron las plagas de la corrupción; incluso hubo jefes de Estado comprometidos, aunque pocos. Sin embargo, la continuidad democrática les permitió superar cualquier crisis de gobernabilidad y aprender de los errores. Semejantes experiencias confirmaron que la democracia es el único sistema que avanza aprendiendo de los yerros.

Por todas estas consideraciones, la ausencia del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, le quita resonancia a la Cumbre de las Américas en Lima; sobre todo considerando que la gran república del norte, más allá de cualquier cuestionamiento, es el paradigma a considerar en cualquier discusión sobre gobernabilidad y lucha contra la corrupción. De Estados Unidos podemos decir cualquier cosa, pero es imposible sostener que las instituciones no funcionan en ese gigante del norte.

Más allá de cualquier accidente diplomático y del histrionismo con que Nicolás Maduro anunció que no viajaba a Lima, la ausencia del jerarca llanero parece más bien ser una fuga del tema central de la agenda. En Venezuela no hay gobernabilidad ni tampoco lucha contra la corrupción porque, simplemente, no hay democracia. En todo caso, Maduro escapa de una temática en la que solo podría ser emplazado.

Cuando se discuten estos asuntos siempre vale recordar el gran aserto del también grande Winston Churchill acerca de que la democracia es el menos malo de los sistemas. Si bien las democracias de América, sobre todo las de América del Sur, hoy son duramente golpeadas por la corrupción que se institucionalizó en la región desde el Estado brasileño, durante la hegemonía del PT de Lula y bajo la sombra del Foro de Sao Paulo, es incuestionable que la democracia sigue siendo el sistema menos malo para combatir la corrupción. Los sistemas perfectos y absolutos que predican los colectivismos estatistas no construyen gobernabilidad ni luchan contra la corrupción.