Chile al borde del abismo

La izquierda colectivista y antisistema en Chile anuncia que las “masas” y las acciones callejeras regresan a la escena política en los próximos días, no obstante que la administración Piñera, la derecha y los sectores de centro izquierda acordaron realizar un referendo en abril para decidir si se convoca a una asamblea constituyente o no. Aplicando el manual marxista, la extrema izquierda chilena no acepta acuerdos con derechas ni tiene contemplaciones con los mencheviques. Ellos creen que ha llegado la hora del asalto al poder. Punto.

Hasta antes del estallido social del año pasado, Chile era considerado el país con los mejores indicadores sociales de América Latina: un ingreso per cápita de US$ 15,000 y una pobreza por debajo del 8% de la población. Si bien los servicios estatales en educación y salud –que atienden al 80% de la población– no se comparaban con la calidad de la oferta privada, tenían estándares de calidad por encima del promedio latinoamericano. En cuanto al espinoso tema de la igualdad, las cosas eran similares. Chile tiene un coeficiente Gini de 0.46 –en el que 1 representa concentración de riqueza total frente a 0 de igualdad total–, que supera largamente al 0.70 de Venezuela y al 0.53 de Brasil.

Sin embargo, hoy estas cifras no parecen tener valor. Para un gran sector de mapochos, Chile es una de las economías más desiguales del mundo y el modelo económico y la inversión privada solo favorecen a los ricos. Entonces es hora de la revolución. En este contexto, el milagro económico chileno comienza a apagarse de golpe.

Según el Banco Central de ese país, Chile apenas crecerá el 2020 entre 0.5% y 1%, el déficit fiscal podría llegar a 4.5% o 5%, por un aumento del gasto público de orden del 8%, mientras que el empleo comenzará a caer sostenidamente. En otras palabras, el estallido social y la crisis política se han devorado a la economía con extraordinaria rapidez. ¿ Acaso podría suceder algo diferente cuando la administración Piñera ha renunciado abiertamente al principio de autoridad, ha desarmado políticamente a los Carabineros y ha empoderado a las turbas callejeras? Es evidente que no. No hay economía de mercado sin ley ni autoridad.

Lo peor de todo es que no se avizora una salida. Los sectores radicales, que han conformado la plataforma “Chile Digno”, exigen una constituyente que redacte una Carta Política anticapitalista en que se resucite el Estado empresario, se relativice el respeto a la propiedad privada y se legalice el aborto. Estos sectores respaldan las marchas callejeras, que se intensificarán frente a la renuncia de la administración Piñera a ejercer la autoridad conferida por la Constitución y la ley.

Hoy se desarrolla una situación parecida a la que se presentó antes del golpe de Augusto Pinochet: una élite política, económica y social incapaz de restablecer el imperio de la ley frente a la ofensiva comunista, que solo desarrolla una estrategia de poder. El fracaso de los civiles ha llegado a tal extremo que, de una u otra manera, desencadenará una reacción militar.

La administración Piñera se ha dejado arrinconar por la estrategia de las oenegés de izquierda que se presentan como “defensoras de los Derechos Humanos” con el solo objeto de erosionar la autoridad democrática del Estado y posibilitar el desarrollo de las estrategias violentistas. En este contexto, Chile parece avanzar hacia un abismo. En el referendo de abril se decidirá si se redacta una nueva Carta Política, y si los encargados de hacerlo serán congresistas y representantes electos o si se elige una nueva asamblea con el estilo y el apellido chavista.

Chile es el mejor ejemplo sobre qué significa dormirse en sus laureles. Las élites creyeron que había llegado el fin de la historia y se olvidaron de las reformas y la guerra ideológica. Allí están los resultados.