Bolsonaro en la hora cero

Reformar los estados populistas, los estados empresarios que han surgido bajo el boom de los minerales de las últimas dos décadas, no es un paseo para nadie. Es una guerra sin cuartel. Por ejemplo, el plan de Mauricio Macri ha fracasado por su gradualismo, por pretender hacer reformas sin demoler el estado populista y el gasto público. El presidente Jair Bolsonaro del Brasil, la economía más grande de América Latina –que suma más de US$ 2,000 billones en PBI— y la sexta del planeta, enfrenta el mismo problema luego de asumir el cargo.

El estado populista, el gasto público excesivo y el estado empresario forman parte de la tradición política brasileña y de su sociedad, forman parte del humor de la mayoría de los medios de comunicación. Quizá por ese motivo entre las primeras medidas de Bolsonaro están la reducción de los ministerios federales de 29 a 22, junto al simbólico despido de 320 funcionarios de filiación comunista. Claro que también Bolsonaro tuvo su toque populista: aumentó el salario mínimo de 954 a 998 reales.

Entre las principales promesas de Bolsonaro y de su ministro de Economía —Pablo Guedes, un Chicago boy vinculado a los mercados internacionales— durante la campaña electoral estuvieron la reducción del gasto público en 20%, la privatización de empresas públicas y la reducción de impuestos, entre otras. ¿La desaparición de los ministerios de Seguridad Pública, Desarrollo Social, Trabajo, Cultura, Planificación, Deporte, Integración Nacional, Ciudades, Industria y Comercio Exterior es un paso decisivo en la reducción del gasto público? En cualquier caso, expresa la voluntad de avanzar hacia ese objetivo.

Asimismo, en la primera reunión de Bolsonaro y sus ministros se decidió que se venderían cerca de 700,000 propiedades estatales. Cada ministerio desarrollará un inventario de inmuebles de su propiedad a fin de proceder a la venta de aquellos que no sean necesarios. Menos gasto y privatización del Estado forman parte de la estrategia para reducir la deuda pública, que sobrepasa el 75% del PBI.

Las privatizaciones y las reformas desreguladoras fueron iniciadas por el saliente presidente Michel Temer en los últimos tres años. Se privatizaron más de 50 empresas estatales y la economía brasileña se reactivó luego de dos años seguidos de recesión. La inflación en el 2017 fue de 2.95%, la más baja de los últimos 19 años. Sin embargo, Temer no avanzó más por la oposición del Congreso. No pudo reducir el 12% del PBI destinado al sistema de pensiones ni logró flexibilizar el sistema laboral. Tampoco se avanzó más en bajar el déficit porque el 90% del gasto público depende del Congreso. En ese entonces, el Legislativo estaba bajo el control del Partido de los Trabajadores (PT) y el Movimiento Democrático Brasileño (MDB).

Ahora el escenario es distinto. Ambos partidos, tanto el PT y el MDB, representan menos del 23% en ambas cámaras. No obstante, el oficialismo carece de una gran mayoría (cuenta con 52 diputados y 4 senadores). Para aprobar un proyecto de ley se exige una mayoría simple (257 de los 513 diputados y 41 de los 81 senadores). Para una reforma Constitucional se requiere obligatoriamente de las tres quintas partes (308 diputados y 49 senadores). En este contexto, se sabe que el PT buscará negociar con los partidos de centro para formar un gran bloque opositor que frene las reformas de Bolsonaro.

Sin embargo, en Brasil hoy existe una tendencia desreguladora frente a los años de control y estatismos del PT. Diversos observadores aseveran que al menos 350 legisladores están por las reformas y por desregular la economía. Esperamos lo mejor para Bolsonaro, por el bien de la libertad y el capitalismo en la región.