Bolsonaro en la encrucijada

En este portal hemos sostenido reiteradamente que en América Latina se experimenta una intensa confrontación entre las propuestas procapitalistas —que buscan desregular precios, mercados y libre comercio— y las fórmulas estatistas, populistas y colectivistas de la izquierda, que pretenden empoderar al Estado como principal actor económico.

Por ejemplo, se ha señalado que si la proyección promedio de crecimiento para América Latina es de 1.5% —mientras que el mundo se expandirá económicamente en alrededor de 3.5%— solo tiene una explicación: el desastre económico que el estatismo ha causado en Venezuela, Brasil y Argentina. En el último país, por ejemplo, el aparente fracaso del gradualismo de Macri —que impulsó reformas sin reducir drásticamente el gasto estatal— es una campanada de alerta para el futuro de la administración de Jair Bolsonaro. Vale señalar que el éxito o el fracaso del nuevo mandatario brasileño, de una u otra manera, podría favorecer una nueva oleada procapitalista y pro libre comercio en la región.

El primer escollo que deberá sortear Bolsonaro es el hecho de no contar con mayoría propia en la Cámara de Diputados ni en el Senado. Las alianzas del Partido Social Liberal (PSL), del nuevo jefe de Estado, suman 95 escaños frente a los 148 congresistas liderados por el Partido de los Trabajadores (PT), que se han declarado opositores al Gobierno. Algo parecido sucede en el Senado. En este contexto, Bolsonaro deberá combinar la persuasión, la negociación y convocatoria, y también la fuerza del respaldo popular que lo acompañará en el inicio del Gobierno para implementar sus propuestas.

Los retos económicos de Bolsonaro son gigantescos. Luego de dos años de caída del PBI, en el 2017 la economía brasileña apenas creció en 1%, y se proyecta que el 2018 solo crecerá 1.35%. En medio de estos números de terror cabe señalar que el déficit fiscal sigue sin control y la deuda pública sobrepasa el 75% del PBI. Algo más: los pobres han aumentado de 17 millones en el 2014 a 23 millones en la actualidad, como resultado del casi inexistente crecimiento económico. El legado económico y social del PT es terrible e inexplicable.

Las reformas desreguladoras y promercado que Bolsonaro prometió en la campaña junto a Pablo Guedes –un reconocido Chicago Boy, su principal asesor económico y posiblemente un futuro superministro del Gabinete de enero próximo— representan verdaderas hazañas que podrían determinar hacia dónde avanza la región.

El plan económico de Guedes —que busca privatizar empresas, reducir el gasto público en 20%, rebajar impuestos corporativos de 27% a 20% y, sobre todo, reformar el sistema de pensiones en base al sistema capitalización individual—, puede parecer nada popular, a primera impresión. Y como todos sabemos, el PT, el Foro de Sao Paulo y todos los implicados en el caso Lava Jato no solo buscarán torpedear el plan de Bolsonaro desde el Congreso, sino que echarán mano de la movilización directa, una especialidad en la que el PT tiene muchas maestrías.

Por todas estas consideraciones, Bolsonaro —en una reciente presentación ante el Congreso de Brasil— ha señalado que su administración solo se regirá por los procedimientos y las instituciones establecidas en la Carta Política. “La Constitución es el único norte de la democracia”, señaló. El objetivo: desvirtuar todos los intentos de la izquierda regional, que quiere presentarlo como un “militar fascista” que busca desinstitucionalizar el Brasil.

Es incuestionable que, luego de la victoria y la celebración por el triunfo, Bolsonaro debe hilar fino para convertir a su Gobierno en un paradigma de las posibilidades que desata el capitalismo en los países emergentes. Todos los latinoamericanos de buena voluntad apostamos por el éxito de las nuevas reformas en Brasil.