Argentina en la encrucijada de las reformas

Gobierno de Macri enfrenta feroz oposición populista

El gasto público en Argentina es uno de los más altos de la región, y ha llegado a sumar una deuda pública que representa el 51.27 % del PBI. Mauricio Macri espera reducir el déficit fiscal primario a 3.2% del PBI en 2018 (4.2% proyectado para este año). Si lo logra sería un antes y un después para su Gobierno, y un gran avance en la vida de los argentinos. Por esto, el presidente ajustará las metas fiscales a una semana que se presente el presupuesto del próximo año en el Congreso. Y también poner en raya a su gabinete, porque ciertos funcionarios no desean recortes de recursos que tendrán que hacerse para bajar el déficit.

Sin embargo para los observadores económicos el ajuste planteado por Macri es absolutamente insuficiente, porque no se propone desmontar las bases económicas y políticas con que se ha organizado el Estado populista en ese país. Por ejemplo, el Gobierno de Macri ha postergado cualquier anuncio de reformas estructurales vinculado a privatizaciones, desregulación laboral, reforma del Estado y eliminación total de los subsidios de los servicios públicos (gas y energía, por ejemplo), hasta después de las elecciones del próximo 22 de octubre.

El gran problema del Gobierno de Macri es que ninguna propuesta de ajuste y de nueva disciplina fiscal podrá llegar a buen puerto sin estas reformas estructurales. El Estado argentino parece resistirse a cualquier cambio de visión económica y social. Por citar un caso, el plan para eliminar los subsidios al gas y la energía fue detenido por el Poder Judicial. En medio de esta situación, la administración Macri estaría condenada a la mediocridad económica; mientras la oposición kirchnerista se prepara para bloquear cualquier intento de reformas.

Si el gobierno de Macri no logra abrirse paso con las reformas, el crecimiento económico de 2.4% pronosticado por el FMI para el 2017 será insuficiente para contrarrestar los intentos de la oposición kirchnerista de organizar una oposición basada en la movilización callejera. Y la sombra del populismo estará cada vez más cerca, porque Cristina Fernández de Kirchner se ha impuesto en las elecciones primarias a senadora en la provincia de Buenos Aires, una de las más importantes (de las 24 en total) para el registro electoral en la Argentina. Muchos analistas señalan que es un paso clave para las presidenciales del 2019, pues buscaría primero la impunidad que el cargo le otorga para no pasar por los tribunales e investigaciones por corrupción en su contra.

Un ejemplo de movilización callejera es lo que ocurrió el 1 de septiembre alrededor del Congreso Nacional y avenidas emblemáticas (como la 9 de Julio) en Buenos Aires, con desbandes de manifestantes y represión policial, y que concluyó con veinte detenidos. Todo ello a un mes de la desaparición de Santiago Maldonado, un artesano de 28 años que se solidarizó con la población mapuche por su reclamo de tierras en el sur del país, que la Gendarmería Nacional (militares) desalojó. Desde entonces, grupos de la oposición echan la culpa al macrismo.

Como se aprecia con claridad, la administración Macri se enfrenta a una terrible encrucijada. Una oposición que se prepara para marchar en las calles contra cualquier reforma estructural y una mediocridad económica que solo puede ser enfrentada con reformas de fondo. En este contexto, Argentina se prepara para ser el país anfitrión de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en diciembre y de la cumbre G-20 del 2018. Mientras tanto Brasil implementa las reformas audaces en cuanto a privatizaciones, sistema previsional y legislación laboral que todavía no se pueden implementar en Argentina.