Michiquillay relanzará a Cajamarca

A diferencia de la ralentización económica que puede desatarse en Puno, Arequipa, Tacna y Moquegua por la elección de gobernadores regionales de orientación de izquierda radical y anti inversión, en Cajamarca parece soplar mejores vientos. El motivo: el ingeniero Mesías Guevara, de Acción Popular (AP), ha sido elegido gobernador de la región Cajamarca, en segunda vuelta electoral, con el 55.27% de los votos emitidos. Su contendor, el ingeniero Walter Benavides, de Alianza para el Progreso (APP), obtuvo el 34.61%. La suma de los votos blancos y viciados representa el 10.12% y el ausentismo 36%, aproximadamente. De 1.06 millones de electores hábiles, solo acudieron a votar 686,539.
Si bien Guevara se ha manifestado en contra del relanzamiento de Conga, a nadie se le ocurre que el gobernador acciopopulista reedite la experiencia antiminera que ha convertido a Cajamarca en una de las regiones más pobres. Las declaraciones de Guevara más bien parecen ser los criterios de un político que calcula.
Los resultados electorales pueden interpretarse de distintas maneras: escepticismo y desinterés de la población o voluntad contraria con los candidatos o con la elección misma. Lo cierto es que los partidos abiertamente antimineros —Frente Amplio (FA), 2.74%, Movimiento de Afirmación Social (MAS), 14.22%, y Democracia Directa (DD), 1.54%— fueron pulverizados por los electores cajamarquinos en la primera vuelta electoral de octubre pasado.
En Cajamarca los resultados electorales expresan una clara protesta de la población por los proyectos mineros detenidos por las administraciones pasadas. Casi diez años de gobiernos regionales y locales de tendencias antimineras han convertido a la región en una de las más postergadas del país: 55% de la población en pobreza, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), y desaliento generalizado y falta de oportunidades para los más jóvenes.
El voto en contra de las corrientes antimineras ha expresado la voluntad de poner en marcha los proyectos Galeno, Quilish, Río Tinto, La Granja, Shahuindo, entre otros. Inversiones que suman alrededor de US$ 16,000 millones. En este contexto, el proyecto cuprífero Michiquillay, de clase mundial, es emblemático y marcará un hito. Después de 70 años de espera una inversión de US$ 2,500 millones, que servirá para producir 225,000 toneladas de cobre anuales, además de molibdeno y otros subproductos.
Mesías y los cajamarquinos ahora saben lo que significa ser gobernados por la izquierda. Han sentido en carne propia el desvanecimiento de la esperanza, debido a las imposiciones de las autoridades vinculadas al marxismo antidesarrollo. Alcaldes y gobernadores regionales que no entendieron la enorme importancia de la actividad minera en el proceso de reducción de la pobreza en el país.
Si todo marcha de acuerdo al cronograma, después de otorgada la concesión de Michiquillay a la minera Southern, la mina comenzará a producir en el 2025. Ofrece trabajo, canon, regalías y renta, y firmará convenios de cooperación con las comunidades de las áreas de influencia minera para mejorar la salud y la educación de los pobladores. Asimismo, invertirá en las actividades productivas de las comunidades. Con Michiquillay adelante, los otros proyectos comenzarán a tomar vida. Reservorios construidos, como Chailhuagón (2.6 millones de metros cúbicos de agua de lluvia, con sus respectivos canales de riego), del proyecto Conga, se multiplicarán para almacenar agua útil para las actividades agropecuarias, extendidas en toda la región.
Limpiamente, sin las interferencias violentas protagonizadas por los piquetes de antimineros, la “licencia social” de los proyectos será aprobada por los pobladores en audiencias públicas. El radicalismo antiminero no puede pretender seguir mangoneando los reclamos populares con relatos fuera de la realidad, inventando contaminación ambiental y desentendimientos entre los pobladores y las inversiones. Manos a la obra, ingeniero Guevara. Hay mucho por hacer, y también deshacer.