La izquierda, como todas las corrientes leninistas que prioriz...
Luego del Gobierno de Pedro Castillo, el Perú ha vuelto a ser una sociedad que aumenta la pobreza. Antes de la pandemia, por ejemplo, la pobreza se había reducido al 20% de la población. Después del coronavirus y la destrucción económica, política e institucional del Gobierno de Perú Libre, la pobreza creció hasta el 27.5% (más de nueve millones de peruanos). Si el Perú no retoma la senda del crecimiento, la pobreza superará el tercio de la población.
Para entender la relación entre crecimiento, inversión y pobreza se debe considerar la situación disímil de algunas regiones. El caso de Apurímac es paradigmático. El 2022, según el Instituto Nacional de Estadística, la pobreza sumó el 24.7% de la población apurimeña y, por primera vez, desde la fundación republicana, la pobreza en Apurímac descendió por debajo de la media nacional. Por otro lado, la mencionada región es la que más pobreza redujo luego de la pandemia.
Si observamos las tendencias en las últimas dos décadas, la reducción de la pobreza en Apurímac se convierte en un verdadero milagro económico y social. Según el Instituto Peruano de Economía (IPE) entre el 2004 y el 2019 la pobreza descendió del 70.4% de la población a 29.1% . El hecho de que Apurímac hoy tenga una tasa de pobreza debajo de la media nacional solo tiene una explicación: el proyecto minero de Las Bambas, que representa el 1% del PBI nacional, el 9% del PBI minero y el 75% de los ingresos de la región Apurímac. Vale agregar que el mencionado proyecto suma una inversión de más de US$ 10,000 millones.
Una de las cosas más impresionantes de Las Bambas es que genera alrededor de 8,000 empleos directos y cerca de 75,000 indirectos. Y desde el inicio de las operaciones hasta fines del año pasado se habían transferido más de S/ 1,686 millones en regalías y más de S/ 315 millones en canon regional.
El milagro económico y social que representa Apurímac se relieva cuando se compara con los niveles de pobreza en otras regiones andinas. Por ejemplo Cajamarca, pese a tener una cartera de inversiones mineras de más de US$ 18,000 millones, se ha convertido en la región más pobre del Perú, con 44.3% de pobreza. Por todos es sabido que la pobreza cajamarquina se explica por la violencia y estrategia de los sectores antimineros, que han bloqueado y detenido las inversiones mineras. Otros ejemplos de regiones con alta pobreza y que no desarrollan su potencial minero son Puno con 41% y Ayacucho con más de 40% de la gente afectada por este flagelo.
Sin embargo, a pesar del milagro económico y social de Apurímac, Las Bambas ha padecido una terrible violencia de parte de los sectores antimineros. Por ejemplo, desde el inicio de las operaciones se han acumulado más de 17 meses de interrupciones y bloqueos de la vía que se utiliza para trasladar el mineral al puerto. Por otro lado, se han producido ataques directos al campamento minero. Semejante situación explica que el 2022 Las Bambas apenas produjera solo 220,000 toneladas métricas de cobre (TMC), no obstante tener un potencial de producción anual de 400,000 TMC.
En la reciente investigación “Impactos económicos de los conflictos sociales en el corredor vial del sur” de César Reyna Ugarriza –publicado por Solidaritas Perú y Xaber, Executive Education– se establece el papel determinante de los conflictos en el corredor vial del sur en la caída del PBI nacional en los últimos dos años, sobre todo considerando las proyecciones del Banco Central de Reserva, el Ministerio de Economía y otras entidades económicas.
Es hora, pues, de entender el papel del crecimiento, la inversión y la minería en la reducción de la pobreza. Negar esa verdad en Apurímac no es posible. Por lo tanto, tenemos la obligación de respaldar a los proyectos mineros y restablecer el Estado de derecho y el imperio de la ley en el corredor vial del sur.
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