Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
A inicios del nuevo milenio diversas proyecciones y análisis económicos señalaban que, si el Perú seguía creciendo sobre el 6%, en el Bicentenario de la República el país podría alcanzar el ingreso per cápita de un país desarrollado. En otras palabras, la sociedad podría tener alrededor del 70% de la población como clase media consolidada, 20% como sector vulnerable y menos del 10% en pobreza. Sin embargo, el Perú llegó al Bicentenario con el gobierno de Pedro Castillo y la pobreza aumentó del 20% de la población a casi el 30%.
Todos los economistas aseveran que la última década fue otra década perdida, muy parecida a la de los ochenta. Después del gobierno nacionalista el país empezó una etapa de bajo crecimiento –de menos del 3% del PBI– y se volvió imposible reducir la pobreza, hasta que la polarización entre fujimoristas y antifujimoristas encumbró a Castillo al poder. El Perú entró en recesión y la pobreza se disparó.
¿Cómo llegó el país a esta tragedia? ¿Por qué volvimos a perder la oportunidad de acercarnos al desarrollo? Creemos que las narrativas y relatos que organizaron las oenegés, que respondían exclusivamente a las orientaciones del progresismo y el neocomunismo, detuvieron en seco las posibilidades del Perú. De allí la urgencia, el dramatismo, detrás de la decisión del Congreso de avanzar en el control del financiamiento externo de las oenegés.
Por ejemplo, el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación envileció la política peruana a tal extremo que todo lo que fuese fujimorismo era la representación o la suma de todos los males, y todo lo que fuese antifujimorismo era la síntesis de lo bueno. La teoría acerca de que hubo una violación sistemática de Derechos Humanos bastardeó la política de tal manera que la gente –como en los peores momentos del régimen nazi– eligió al peor y al menos preparado para la jefatura de Estado. ¿Puede explicarse ese yerro monumental de la sociedad sin la labor corrosiva de las oenegés? Parece que no. ¿Cómo entonces hubo financiamiento del extranjero para este tipo de políticas? ¿Desde el Estado se alentó estos desencuentros nacionales?
Igualmente, en el caso de la minería, si el país estuviese ejecutando su cartera de inversiones mineras –sobre todo las minas Conga, El Galeno, La Granja, Michiquillay, entre otras, en Cajamarca– hoy el Perú estaría creciendo sobre el 5%; no se produciría 2.5 millones de toneladas de cobre sino más de 3.5 millones, la pobreza habría descendido a menos del 15% de la población y Cajamarca no sería la región más pobre del país sino una con el ingreso per cápita más alto. ¿Se puede entender esta barbarie económica y social sin la labor de las oenegés que construyeron las fábulas del “agua sí, oro no” y señalaron que unas lagunas muertas eran más importantes que la pobreza de varias generaciones de niños? ¿Cómo pudo haber financiamiento para esta tragedia económica que solo favorecía a los competidores internacionales del Perú en la producción de cobre?
Algo parecido sucede en la industria pesquera y el financiamiento de algunas oenegés que organizan relatos que no resisten el menor análisis. Unos años atrás se desarrollaba pesca industrial a partir de la milla 3. Las fábulas ecologistas llevaron a restringir la pesca a partir de la milla 5. Sin embargo, según el Imarpe, la biomasa de anchoveta se mantiene igual en ambos casos. ¿Por qué entonces se restringió una industria que crea empleo? ¿De dónde viene el financiamiento de estas oenegés? ¿Acaso el dinero proviene de los competidores de la industria nacional?
Igualmente se acaba de conocer una feroz campaña de una convergencia de oenegés en contra de la agroindustria nacional, levantando cordilleras de mentiras y leyendas sobre una supuesta violación de los derechos laborales de los trabajadores. El único sector en el campo, reducido al 5% del total de tierras agrícolas, que respeta los derechos laborales es el sector agroexportador; sin embargo, se levantan estas gigantescas mentiras. ¿Qué país o qué países financian esta devastación del milagro agroexportador del Perú? ¿Qué sector o qué países no quieren que las frutas y hortalizas del país se vendan en los supermercados de Occidente?
Es evidente, pues, que en la posibilidad de fiscalizar y controlar el financiamiento externo de las oenegés se juega la posibilidad del desarrollo del país y también de su afirmación democrática.
COMENTARIOS