Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
Seguimos creciendo y brillando en región, pero el freno es evidente. Nuestras autoridades comienzan a inclinarse por la prudencia en cuanto a pronósticos económicos para el 2014. Ya no hablan de un crecimiento del PBI del orden del 6% sino que ahora se inclinan por los 5 puntos. Los pronósticos de todos los organismos internacionales también nos echan augurios parecidos. Si bien seguiremos creciendo y brillando en América Latina (por delante solo Panamá), es evidente el frenazo, y, cuando se aprietan los frenos a la economía, la velocidad que se pierde a veces no se recupera en años.
Un punto menos de crecimiento es un crimen en una sociedad que todavía tiene 25% de su población debajo de la línea de pobreza, sobre todo cuando los estudios de economistas serios nos indican que, en la reducción de la pobreza de 54% a 25% de la última década, el 75% de esta disminución se origina en el crecimiento.
Pero, ¿por qué se desacelera la economía? Es evidente que la reducción de los precios de las materias primas tiene bastante que ver, no obstante que el planeta comienza a recuperar velocidad de expansión. Sin embargo, ese hecho por sí solo no puede explicar el frenazo. El crecimiento vertiginoso de nuestra economía y la sorprendente reducción de la pobreza y la desigualdad -que los economistas de todos los colores reconocen- tienen en la inversión privada a sus motores y combustibles. Y, como se dice, allí está la madre del cordero.
El crecimiento de la inversión privada hasta el 2012 llegó a sobrepasar el 14%, sin embargo el 2013 apenas creció 3.9%. En los primeros meses del 2014 las cosas se ponen más negras. Si consideramos que la inversión total en el Perú supera el 25% del PBI (más de US$ 50 mil millones de dólares), de la cual un 80% proviene del sector privado, entonces, el asunto está clarísimo: los motores de la economía comienzan a apagarse.
¿Cuál, pues, es la causa de la contracción de la inversión privada? Si bien es cierto el gobierno no ha modificado el modelo económico, las señales que ha enviado han permitido la resurrección de un bosque de trámites y murallas que bloquean la inversión privada.
Por ejemplo, todos sabemos que el ministro de Economía y Finanzas (MEF), Miguel Castilla, está empeñado en reducir la tramitología –se ha creado un organismo para eliminar regulaciones en el MEF-, sin embargo el titular de Medio Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, borra con la mano izquierda todos los esfuerzos de Castilla y del titular de Energía, Eleodoro Mayorga, por alentar y promover las inversiones. Para detener al capital en minería y petróleo, por ejemplo, el Estado es un señor todopoderoso: solo basta un requisito más para un estudio de impacto ambiental u otro ordenamiento territorial y, como se dice, el inversionista pone pies en polvorosa.
Algo más. La capitulación a la soberanía del Estado en el caso Conga ha tenido enormes repercusiones entre las relaciones de los gobiernos sub-nacionales, comunidades y empresas privadas. A la sombra de estos desencuentros, los gobiernos regionales y locales empiezan a echar mano de las enredaderas de la tramitología como una manera de protegerse y evitar problemas sociales y políticos. Y otros matorrales espinosos crecen contra la inversión privada.
Hoy que está de moda echarle todos los canes a los empresarios informales habría que considerar que, ante el bosque tupido de trámites que ha prosperado bajo el régimen humalista, estamos absolutamente seguros de que si las grandes empresas pudieran deslizarse hacia la informalidad lo harían gustosas con tal de evitar los calvarios estatales, pero no pueden.
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