Editorial Economía

El cobre puede cambiar la historia de Cajamarca

Cinturón de cobre del norte ofrece una oportunidad única

El cobre puede cambiar la historia de Cajamarca
  • 09 de diciembre del 2025


Cajamarca enfrenta una realidad que duele. Tiene una de las mayores reservas minerales del país, pero también los niveles de pobreza más altos del Perú. La región necesita empleo formal, infraestructura útil y un plan económico que le dé rumbo. Tras años de proyectos detenidos y conflictos abiertos, vuelve a mirar a su subsuelo. Esta vez lo hace en un contexto global que demanda más cobre y con una cartera de proyectos que podría activar una economía que hoy avanza con lentitud y poca perspectiva.

Buena parte del estancamiento proviene de la paralización de diversos proyectos mineros. En ese aspecto Conga resulta emblemático. A pesar de ello, Cajamarca concentra cerca de un tercio de la cartera minera nacional y podría atraer inversiones que cambien su panorama social y económico. El desafío es convertir ese potencial en resultados visibles. Para lograrlo, se necesita coordinación pública, claridad en las reglas y una relación más directa entre crecimiento económico y bienestar local.

En ese escenario, Michiquillay ocupa un lugar central. El proyecto, adjudicado en 2018 a Southern Perú, avanza en su fase preparatoria y se perfila como uno de los desarrollos mineros más relevantes del país. Sus reservas superan los 2,000 millones de toneladas de mineral y contienen un volumen considerable de cobre, oro, plata y molibdeno. La inversión estimada supera los US$ 2,500 millones. La proyección de empleos directos e indirectos es elevada y convertiría a la zona en un nodo económico clave del norte peruano.

El proyecto también destaca por su escala. Michiquillay podría producir alrededor de 225,000 toneladas métricas anuales de cobre y aumentar la presencia peruana en un mercado internacional marcado por la transición energética. La demanda de cobre crecerá con fuerza en los próximos años debido al uso intensivo del metal rojo en vehículos eléctricos, redes de transmisión y energías renovables. Para Cajamarca, esto significa tener un proyecto capaz de sostener ingresos estables y de generar un entorno favorable para nuevas iniciativas productivas.

El impulso de Michiquillay se potenciaría si se articula con otros proyectos del llamado cinturón de cobre del norte. Galeno, La Granja y el aún pendiente Conga podrían formar un corredor minero que genere servicios, capacitación técnica y cadenas de proveedores. Una integración de ese tipo permitiría construir un ecosistema económico que reduzca la dependencia de actividades frágiles y abra espacio para industrias complementarias. También daría una señal clara a los inversionistas sobre la seriedad y continuidad del desarrollo minero en la región.

La infraestructura será un elemento determinante. Conectar estos yacimientos con el puerto de Bayóvar mediante una vía férrea reduciría costos y daría eficiencia al transporte de minerales. También abriría corredores que beneficiarían a agricultores, comerciantes y empresas de logística. Una obra así no solo serviría a la minería; también facilitaría la movilidad regional, integraría territorios aislados y ofrecería a Cajamarca una base sólida para atraer industrias que buscan estabilidad y acceso a mercados. 

Todo avance, sin embargo, depende de la confianza social. Proyectos como Michiquillay incorporan compromisos sobre protección hídrica, manejo de residuos y monitoreo conjunto. Cumplirlos no es solo un requisito legal. Es la condición para que las comunidades sientan que el desarrollo también les pertenece. Fondos sociales, participación en decisiones y obras visibles pueden ayudar a cerrar la distancia entre expectativas y realidad. Sin esa legitimidad, cualquier proyecto corre el riesgo de detenerse en el camino.

El futuro de Cajamarca no está escrito. Tiene recursos, talento y una oportunidad global que difícilmente se repetirá. La pregunta es si logrará convertir la minería en un motor que impulse la educación técnica, la infraestructura y la diversificación productiva. Existen ejemplos dentro y fuera del país que prueban que es posible. La región volverá a crecer si combina liderazgo, transparencia y una visión de largo plazo. Michiquillay puede ser el punto de partida. Lo que ocurra después dependerá de la capacidad de Cajamarca para aprovechar un momento que parece hecho a su medida.

  • 09 de diciembre del 2025

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