El Perú avanza por tres años consecutivos a incu...
A inicios del nuevo milenio China representaba apenas el 2% del PBI mundial, mientras que América Latina o Hispanoamérica sumaba el 7%. Hoy el gigante asiático representa el 19% del PBI planetario y la región latinoamericana sigue sumando el 7%. Al lado de la irrupción de China, la región del sudeste asiático se convirtió en una de las zonas de mayor crecimiento y expansión de las clases medias en el planeta. Estados como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán alcanzaron el desarrollo en alrededor de cuatro décadas.
La base del éxito de los países del sudeste asiático que alcanzaron el desarrollo, también llamados “Tigres de Asia”, fue un sistema de instituciones que se basaba en el respeto de los derechos de propiedad y contratos entre privados y entre las empresas y el Estado. Igualmente, el desarrollo de una sostenida inversión en infraestructuras y una revolución educativa y del sistema de salud sin precedentes que los llevó a organizar un capital humano capaz de competir e innovar en los mercados mundiales. Todos estos países empezaron su desarrollo con sistemas autoritarios –burocracias militares y civiles reformistas–; sin embargo, el crecimiento, el desarrollo y la expansión de las clases medias los llevó a la democracia, a la construcción de estados de derecho. Y allí están continuando sus avances.
A la luz de estos ejemplos en Hispanoamérica se comenzó a hablar de replicar el camino de los Tigres de Asia, objetivo en el cual convergieron todos los latinoamericanos de buena voluntad. Sin embargo, el camino de América Latina puede superar largamente la ruta seguida por los Tigres de Asia. ¿Por qué? Porque en la región no solo se puede desarrollar la libertad económica con un sistema de instituciones y reformas que promuevan la inversión privada, sino que también ese proceso puede significar la consolidación de los estados de derecho, de los sistemas republicanos. En otras palabras, debemos imitar lo mejor del camino del desarrollo de los Tigres de Asia, pero sin olvidar las tradiciones y la historia que nos ligan con el hemisferio occidental, sin olvidar que Hispanoamérica es un rostro moreno de las tradiciones occidentales.
De allí que en la guerra comercial y la disputa económica que sostienen Estados Unidos y China, el Perú y los países hispanoamericanos deben actuar con criterio pragmático, buscando captar lo mejor de los capitales y tecnologías de todas las regiones del planeta, pero sin olvidar que el crecimiento y el desarrollo avanza con la consolidación de los estados de derecho, el equilibrio de poderes y la ampliación de las libertades.
Más allá de las discusiones sobre la naturaleza del capitalismo de Estado –a diferencia del capitalismo occidental de la Revolución Industrial– hoy el mundo es uno globalizado, con países que comercian en todas las regiones y en permanente disputa por la supremacía económica e innovación tecnológica. En este contexto, existe una corriente mundial que comienza a relativizar la importancia del sistema republicano, de los estados de derecho, con el objeto de priorizar un estado centralizado, que concentre poder, con el objeto de promover las reformas económicas que fomenten el crecimiento y el desarrollo. Se trata de un punto de vista inaceptable.
El Perú, por ejemplo, tiene un Estado de derecho en crisis de gravedad. La crisis tiene que ver con el fracaso de sus políticos, la ausencia de partidos y una extrema fragmentación del sistema político e, igualmente, con la ausencia de reformas institucionales que consoliden el balance de poderes. Sin embargo, la crisis del Estado de derecho también tiene directa relación con el empantanamiento del modelo económico, las bajas tasas de crecimiento, el bloqueo del proceso de reducción de pobreza y lo que los economistas llaman “trampa de ingresos medios”.
En este camino, retomar las enseñanzas del desarrollo de los Tigres de Asia no solo debe relanzar el capitalismo, la reducción de pobreza y la expansión de las clases medias, sino que debe consolidar el sistema republicano, los estados de derecho. Nuestro camino, entonces, es propio, es único, es la ruta de los jaguares y pumas hispanoamericanos. Nuestro camino es democrático y contrario a todas las dictaduras y formas de autoritarismo.
COMENTARIOS