El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
La excelente película de Damien Chazelle, ganadora de tres premios Oscar 2015.
La mayor sorpresa de la última noche del Oscar fue la película Whiplash (en nuestro medio se presentó con el título de Música y obsesión), del joven director norteamericano Damien Chazelle (Rhode Island, 1985), que obtuvo tres estatuillas doradas, apenas una menos que las dos grandes ganadoras (Birdman y Gran Hotel Budapest). Nada mal tratándose de una película independiente, casi un proyecto personal basado en un guión del propio Chazelle y que relata su experiencia como estudiante de música (específicamente, percusionista de jazz) en uno de los más prestigiosos conservatorios neoyorquinos. Antes del Oscar Whiplash había ganado el Premio del Jurado en el Festival de cine de Sundance y fue nominada a la Palma de Oro del Festival de Cannes.
La historia que se cuenta es la del joven Andrew Neiman (representado por el actor Miles Teller), un talentoso y prometedor baterista de jazz que ingresa al conservatorio Shaffer (una ficcionalización de la reconocida Escuela Julliard). En esta institución Neiman se convierte en alumno del más duro y temido maestro: Terrence Fletcher, excelentemente interpretado por J. K. Simmons, en una actuación que le ha merecido los más importantes premios de la crítica, incluidos un Oscar y un Globo de Oro como mejor actor secundario. La agresividad y la violencia con las que Fletcher enseña e intenta hacer madurar a sus jóvenes discípulos (y que genera algunos de los mejores momentos de la película) lleva al solitario y neurótico Neiman a una profunda crisis personal y hasta a abandonar los estudios.
Estamos ante lo que los alemanes denominan un “bildungsroman”, el relato del proceso que convierte a un niño o joven en un adulto. Como suele suceder en estos casos, hay dos figuras paternas en disputa: el “padre bueno”, el señor Neiman, quien ante la ausencia de la madre se ha convertido en la principal compañía del joven y su soporte emocional; y el “padre malo”, el talentoso y exigente profesor Fletcher, quien es todo un paradigma “artístico”, pero que no duda en humillar públicamente y de la peor manera al joven percusionista. Sin lugar a dudas, la mayor tensión dramática está en la relación de Andrew y Fletcher, pues la película mantiene en la ambigüedad los verdaderos propósitos y sentimientos del maestro: ¿de verdad está interesado únicamente en que Andrew haga su mayor esfuerzo y logre la mejor performance musical posible?, ¿o se trata simplemente de un psicópata que goza humillando y viendo sufrir a sus discípulos? Acaso esa ambigüedad es el principal motivo de los reconocimientos otorgados a Simmons por esta actuación.
El énfasis narrativo puesto por Chazelle en la relación maestro-discípulo hace que todas las otras historias secundarias, algunos personajes que parecían importantes (como Nicole, la enamorada de Andrew) y hasta algunos de los aparentes temas de la película (la experiencia de la interpretación musical, la crítica a los métodos “educativos” de este tipo de instituciones) desaparezcan casi sin dejar huella. Ninguno de esos elementos parece distraer al director, quien cierra de manera magistral su relato con la última escena de Whiplash: un largo “solo” de batería de Andrew, el esperado enfrentamiento final entre el maestro y el discípulo.
21 - Abr - 2015
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