El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
La tan esperada Utopía, la película, fue el estreno más exitoso de la semana pasada en la cartelera peruana, lo que refleja la gran expectativa generada en torno a esta versión fílmica de la tragedia ocurrida en el 2002, cuando 29 personas perdieron la vida en el incendio de una de las más exclusivas discotecas limeñas. Lamentablemente la película no está a la altura de esas expectativas, y falla en todos los aspectos. No solo por los innumerables errores cometidos por sus directores, los debutantes Gino Tassara y Jorge Vilela, sino también por un guion mal estructurado y por la precariedad económica del proyecto, algo especialmente notorio en las escenas que requerían efectos especiales. Ni siquiera la presencia de algunos de los mejores actores peruanos (Gianfranco Brero, Cécica Bernasconi, Javier Valdés, etc.) salvan a esta versión peruana del cine catástrofe.
La historia por sí misma parecía ideal para una película: por un lado el incendio, la catástrofe que permite momentos de intenso dramatismo, en los que se muestra la diversidad de las reacciones humanas ante situaciones límites, desde el heroísmo hasta la vileza. Por otra parte, el juicio a los responsables, en el que se podía mostrar la hoy tan mentada corrupción del sistema peruano de justicia. Y por último, las historias de los protagonistas, jóvenes de clase alta y con grandes expectativas. Es este último punto el único de los tres mencionados que se desarrolla en alguna medida, especialmente en la primera mitad de la película. Pero se hace de la manera más simple y superficial: todos los jóvenes que asistirán esa noche a la discoteca parecen ser parte de una misma familia: buenos hijos, excelentes estudiantes, optimistas, divertidos. Todas las escenas de sus vidas cotidianas parecen salidas de un comercial de Ripley o Saga Falabella.
Sorprende que los guionistas no usaron como trama “paralela” el mencionado juicio. Más bien optaron por inventar una investigación hecha en la actualidad (mucho años después) por el periodista Julián Contreras (interpretado por Renzo Schuller), quien trata de hacer un informe especial para televisión por el aniversario de la tragedia. En realidad no hay nada que investigar, así que solo vemos a Contreras “hacer la finta” de la investigación, mientras es perseguido por una misteriosa (pero bastante aparatosa) organización. Y la investigación es tan anodina que los momentos más “fuertes” de la historia de Contreras son sus peleas de pareja con su esposa: la separación y el detalle final de la película (no lo contaremos para no “espolear”). Pero ambos son momentos más cercanos a lo ridículo que a lo dramático.
Perdonaríamos todos esos errores si al menos se hubiera hecho una narración aceptable de la propia tragedia. Pero no, es precisamente ese el aspecto en el que la película resulta más fallida. Para empezar, nunca se muestra cómo era el local de la discoteca; solo vemos pequeños espacios: la barra, el baño, la escalera que lleva a la zona VIP, etc. No nos brindan planos generales que nos informen sobre las dimensiones o la ubicación de esos espacios. Un gran error, porque los espectadores no podemos hacernos una idea de cómo avanzó el fuego o cómo se desplazaron las personas durante la tragedia. Tampoco vemos nunca el fuego (salvo en un par de breves momentos), suponemos que por falta de presupuesto. Lo único que se muestra es a grupos de personas con los rostros tiznados y en ambientes oscuros y cerrados, lamentándose por no poder salir. Y ni hablar del rescate por parte de los bomberos, que nunca vemos, a pesar de que figura de manera destacada en el afiche de la película. Y a eso hay que sumar infinidad de errores, que van desde los diálogos hasta las caracterizaciones de algunas personas reales (como Jaime Aparicio y César Nakazaki) hasta la utilería. Sin duda, Utopía, la película es una de las mayores decepciones del cine peruano reciente.
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