Editorial Cultura

Tarantino: los ocho más tediosos

Tarantino: los ocho más tediosos
  • 26 de enero del 2016

Sobre el último filme del director americano

Cada nueva película de Quentin Tarantino (Tennesse, 1963) es esperada con gran expectativa en todo el mundo. Y no es para menos, pues este director, guionista y productor fue uno de los grandes renovadores del cine en los años noventa, con películas como Perros de la calle (1992) y Tiempos violentos (1994) en las que la violencia extrema se conjugaba con guiones creativos y diálogos magistrales, así como con una amplia diversidad de alusiones cinematográficas. En el presente siglo, la obra de Tarantino ha puesto más énfasis en la recuperación de géneros “menospreciados” por la crítica (spaghetti western y películas de kung fu, p.e.); en esa línea está su más reciente trabajo, Los ocho más odiados, una película recién estrenada en nuestro país.

Esta vez Tarantino nos entrega un western ambientado en los Estados Unidos de la segunda mitad del siglo XIX, después de la Guerra de Secesión. Dos viejos cazarrecompensas, uno de raza blanca y el otro de raza negra (correctamente interpretados por Kurt Russell y Samuel L. Jackson) atraviesan Wyoming en medio de una terrible tormenta de nieve, acompañados de una delincuente (Jennifer Jason Leigt), por quien piensan cobrar una fuerte suma. En el camino se detienen a pasar la noche en una posada, donde se encuentran con una serie de peculiares personajes: un viejo general del ejército confederado, un delincuente a punto de convertirse en sheriff, un vaquero, etc. Ellos son los ocho que pasan una noche encerrados y aislados por la tormenta. En esa larga noche se producen todo tipo de discusiones, que concluyen en una terrible matanza.

Indudablemente estamos en el universo tarantiniano: espacios cerrados (aunque la película empieza con una serie de imágenes de paisajes invernales), conversaciones interminables y con personajes que fingen ser lo que no son, y mucha violencia. Pero los espectadores pronto sentimos que algo no está funcionando bien esta vez. Pasado un buen rato de la película, los personajes solo se ha limitado a conversar entre ellos, sin que la pantalla nos muestre nada de “acción” (salvo los golpes que los dos cazarrecompensas le dan a la prisionera); algo que se mantiene durante toda la primera hora de la película (que tiene una duración de casi tres horas). Sin lugar a dudas, se trata de la hora más tediosa e insulsa de toda la obra de Tarantino. Y cuando por fin comienza la acción, la violencia desplegada resulta excesiva e injustificada; como en el caso de la muerte del personaje interpretado por Russell.

Se podría analizar, elemento a elemento, las diferencias entre esta película y las otras de Tarantino, para resaltar la magnitud del indudable traspié que representa Los ocho más odiados. Los diálogos, por ejemplo, esta vez resultan mucho menos logrados. En los mejores diálogos de Tarantino siempre ha habido una gran carga dramática: un militar nazi a punto de descubrir a toda una familia de judíos escondidos bajo sus pies –Bastardos sin gloria (2009)–; o el ex esclavo en una cena de negocios, tratando secretamente de rescatar a su esposa de la esclavitud —Django sin cadenas (2012)–. Pero esta vez Tarantino no ha logrado, en ninguna de las secuencias, darle a los diálogos esa intensidad. Lo mismo podríamos decir de la estructura del relato, el uso de la música y hasta de los propios personajes. Con toda seguridad, Los ocho más odiados no está entre las mejores películas de Tarantino; al contrario, debe estar entre las peores.

P. S. Hace unas semanas hubo una sonada polémica sobre la crítica de cine en nuestro país. Se cuestionaba que algunos críticos de medios importantes tuvieran “compromisos” que los hacían elogiar injustificadamente a algunas películas. Los ocho más odiados es una excelente oportunidad para comprobar la “independencia” de esos críticos.

  • 26 de enero del 2016

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