El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
En las últimas semanas dos de las más importantes series de televisión de los últimos años, Sense8 y Westworld, cerraron sus segundas temporadas, ambas dejando bastante satisfechos a sus seguidores, aunque con pocos elogios de la crítica. Como se sabe, Sense8 es hasta ahora el más ambicioso proyecto de Netflix: una serie de ciencia ficción dirigida por las hermanas Lana y Lily Wachowski —responsables de la legendaria saga cinematográfica Matrix–, filmada en ocho países de cuatro continentes y con un astronómico presupuesto por capítulo. Por su parte Westworld es también una serie de ciencia ficción, dirigida por el británico Jonathan Nolan, un proyecto con el que la productora HBO intentó llenar el espacio dejado por la muy popular Game of Thrones, que actualmente está en espera de su temporada final.
Sense8 cuenta la historia de una clase especial de seres humanos, el homo sensorium, más evolucionada que el homo sapiens, que tienen la capacidad de comunicarse telepáticamente entre ellos, al menos dentro de su propio grupo o “familia”, y sin importar en qué parte del mundo de encuentren. La serie cuenta la historia de uno de esos grupos, integrado por ocho personas que viven en lugares tan distantes como Ciudad de México, Berlín, Reikiavik, Nairobi o Mumbay. Ellos son perseguidos por una red de científicos que quieren capturarlos para hacer experimentos. Cuando se estaba a punto de grabar la tercera temporada, la serie fue cancelada, por motivos económicos, dejando la historia no solo inconclusa, sino además con uno de los sense8 capturado y a punto de ser ejecutado. Ante los reclamos de los fans, los productores decidieron hacer un capítulo final, de dos horas, con el que concluyera la historia.
Ese episodio final fue emitido en junio pasado, y dio a los espectadores lo que esperaban: toda la espectacularidad de las locaciones y de los efectos especiales que han caracterizado a la serie. Temáticamente la historia siguió centrada en el respeto de la diversidad (de razas, religiones ideas y hasta opciones sexuales), basado en la solidaridad y el amor. Reunidos físicamente por primera vez los sense8 superan los problemas que enfrentan gracias a la unión y los conocimientos de todos, pero sin que la serie alcance en ningún momento la calidad de la primera temporada. Además, los nudos de la trama son “desatados” de una manera muy simple y rápida, y el final feliz, con gran boda homosexual en París, resulta a todas luces demasiado forzado. A favor de los productores, diremos que hay ciertos elementos (como el santuario) que anuncian que la historia pudo haberse desarrollado por varias temporadas más.
Por su parte, Westworld está basada en una idea más simple: un parque de diversiones a la manera de Jurassic Park y que reproduce el mundo del “viejo oeste” (segunda mitad del siglo XIX) norteamericano. En ese parque de diversiones todos los vaqueros, indios y campesinos son androides, robots con apariencia completamente humana y que incluso creen ser personas reales. En ese contexto, surgen una serie de problemas prácticos y éticos relacionados con la vida y la muerte, el poder de los creadores sobre sus criaturas, las impulsos violentos reprimidos hasta en las personas más pacíficas, los límites entre el bien y el mal, etc. Todo ello quedó muy bien planteado y desarrollado en la primera temporada.
En cambio, la segunda temporada, que acaba de terminar, resultó más bien una mezcla de las series Lost y Black Mirrror. De la primera, tomó la idea de un grupo de personas abandonadas en una sitio desconocido y lleno de secretos, y que por zonas reproduce el “viejo oeste”, el Japón de los samurais, selvas con tribus salvajes, etc. Y de Black Mirror se toma la idea de “digitalizar” la memoria humana, para trasladarla al “cerebro de los androides”, como una posibilidad para que el hombre alcance la tan ansiada inmortalidad.
Pero esta línea argumental no llega a desarrollarse plenamente pues la serie se enfoca más que nada en los giros sorpresivos de la trama (se manejan varias líneas temporales que se entrecruzan constantemente) y en la violencia extrema, con muchas secuencias en las que los cadáveres apilados (de humanos y androides) se convierten en una macabra escenografía. Solo dos o tres capítulos llegan a estar a la altura de los de la primera temporada.Y a pesar de que buena parte de los personajes principales mueren, como se trata de androides queda en pie la posibilidad de continuar la serie. Esperemos que HBO no cometa ese error.
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