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Licenciada en Psicología Educacional por la Universidad Católica, y con maestrías en Educación y en Neurociencias (por la universidades de Maastricht y de Estocolmo, respectivamente) Pilar González Vigil (Lima, 1977) es una de nuestras pocas escritoras plenamente identificadas con la narrativa para niños. Debutó en este género con la novela Rompecabezas para vivir (2013), “una narración bella, tierna, equilibrada y dinámica, de deslumbrante sencillez que atrapa y emociona” según afirma el crítico Carlos Villanes. A ese libro le siguen dos libros que tienen bastantes elementos en común: Lala, la sin-pies (2014) y el reciente Tita, la pirañita (2018), ambos con abundantes y bellas ilustraciones de Natalí Sejuro Aliaga, y publicados por Maskaypacha Editores.
La historia que se narra en Lala, la sin-pies remite de alguna manera a la de “El patito feo”: entre los pequeños hijos de un ciempiés hay una que extrañamente no tiene pies. Pero a diferencia del clásico cuento de Hans Christian Andersen, en el de González Vigil el énfasis está puesto en la superación personal, en la necesidad del esfuerzo y sacrificio para el logro de los deseos. Lala ha soñado que estaba en la cumbre de un hermoso monte, y hace todo lo posible para llegar hasta allí, a pesar de tener que desplazarse arrastrándose (en realidad es una oruga). Y a ello se agrega el deslumbramiento ante la naturaleza y los paisajes peruanos, pues la protagonista va descubriendo, en su recorrido, diversos parajes de nuestra colorida selva. Según José Beltrán Peña Lala, la sin-pies “… ayuda a los maestros, padres de familia y a los propios niños a comprender, entender y aceptar a esa parte de un gran porcentaje de la población mundial, los mal llamados minusválidos”.
Por su parte, Tita, la pirañita “es un libro que promueve los valores de la valentía, la empatía y el respeto por la naturaleza”, según ha afirmado la propia autora. Se cuenta la historia de Tita, una pequeña piraña que solo aspira a ser tan feroz y atemorizante como todas las pirañas, pero que por ser aún pequeña y tener los dientes chuecos provoca más ternura que temor. Pero eso no la desanima, y asiste con sus pequeños amigos, a la escuela del profesor Pirañón, donde se muestra como la más caliente e intrépida En esta historia la empatía se presenta cuando Tita es atrapada por un pescador, y el hijo del pescador —también un niño— se conmueve al ver sufrir al pequeño pez fuera del agua. Nuevamente es la diversidad de la fauna amazónica, en este caso la de sus caudalosos ríos, un motivo especial para el desarrollo de las ilustraciones.
El escritor Winston Orrillo ha señalado que en las narraciones de Pilar González Vigil la autora aprovecha bien “sus investigaciones en el campo de la motivación a la lectura para incentivar el desarrollo estético y emocional de sus pequeños lectores”. Nosotros añadiríamos el componente de empoderamiento femenino, pues tanto Lala como Tita, las protagonistas de estos dos libros, no solo se esfuerzan para superar sus desventajas personales, sino también para competir de igual a igual con sus pares “masculinos”, llegando incluso a vencerlos. Un valiosa y muy oportuna enseñanza para las niñas de hoy.
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