Pienso en el final

Desde hace un par de años Netflix está apostando por la producción de películas de calidad, apoyando a directores tan reconocidos como Alfonso Cuarón, Martin Scorsese y Noah Baumbach. Roma (2018), El irlandés (2019) e Historia de un matrimonio (2019) son películas que le han valido a Netflix sus primeros Globos de Oro y premios Oscar. Y en esa línea se encuentra uno de sus más recientes estrenos: Pienso en el final (2020) de Charlie Kaufman (Nueva York, 1958), un thriller psicológico y a la vez una original y poco concesiva reflexión acerca de la memoria, los recuerdos y la identidad.

La historia principal es simple: una pareja de estudiantes universitarios, Lucy y Jake (interpretados por Jessie Buckley y Jesse Plemons), hacen un viaje a la casa de los padres de él, para que Lucy los conozca. El viaje es largo (en medio de una tormenta de nieve), y en el trayecto “escuchamos” los pensamientos de la joven, quien constantemente se cuestiona sobre lo que está haciendo, porque ella ya ha decidido terminar su relación con Jake. Y si bien desde el principio encontramos algunos elementos “insólitos” en la película (especialmente las imágenes de un viejo gendarme de una escuela), es recién al final de ese viaje que el relato pierde toda lógica y coherencia, convirtiéndose casi en una experiencia onírica. Así vemos a los padres cambiar notoriamente de edad de un momento a otro, a un perro que nunca deja de sacudirse el agua del cuerpo, y hasta una foto de Jake de niño, aunque la imagen más parezca de Lucy.

A estas alturas (poco menos de la mitad de la película) deberíamos tener una idea de lo que en realidad estamos viendo: una especie de sueño o delirio de Jake, que no es el estudiante universitario que suponíamos, sino el viejo gendarme. Se nos ha presentado su rutina diaria, tanto en la soledad de su pequeño departamento como en su trabajo, aguantando las burlas de los jóvenes que hacen todo lo que él nunca se atrevió a hacer. Y es a partir de este contraste que Jake “imagina” su vida si hubiera sido un estudiante y si hubiera tenido una pareja en su juventud. Todo lo extraño del “relato” se debe a que Jake mezcla sus recuerdos más vívidos (aunque correspondan a diversos momentos), y a que Lucy no es sino una extensión de la “conciencia” (ideas, lecturas y gustos personales) de Jake. Y partiendo de esas premisas, la segunda mitad de la película nos lleva incluso más allá, trascendiendo lo onírico, para seguir el flujo de los pensamientos del protagonista.  

El director y guionista de esta película, Charlie Kaufman, tiene una deslumbrante carrera cinematográfica, que se inició como guionista de ¿Quieres ser John Malkovich? (1999), y cuyo mayor éxito es Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), con la que obtuvo el Oscar a Mejor Guion Original. Ambas son audaces y lúdicas reflexiones acerca de la identidad y los recuerdos personales. Pienso en el final –basada en la novela I'm thinking of ending things (2016) de Iain Reid– es más radical y oscura que sus antecesoras, y con más énfasis en lo absurdo y lo trágico. Y aunque en algunos pasajes Kaufman parece perder un poco el control (en especial  en las largas discusiones de los protagonistas), finalmente sale bien librado del reto –gracias al muy buen desempeño de todos los actores, y a la excelente fotografía del polaco Łukasz Żalo– de darle coherencia y la imprescindible tensión narrativa a los delirios de un hombre senil. A pesar del inevitable desconcierto inicial de los espectadores, Pienso en el final es una película muy interesante, de lo mejor que nos ha entregado Netflix en estos meses de encierro.