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En memoria del notable escritor chileno fallecido el pasado viernes en su país.
El último viernes murió en Chile, su patria, el escritor Pedro Lemebel (Santiago, 1952), una de las voces más originales y estridentes de la literatura latinoamericana contemporánea. Gran parte de su fama se originó por su participación en el grupo “Las yeguas del apocalipsis”, junto con Francisco Casas, que con escandalosas performances artísticas denunció, en los años ochenta y noventa, los excesos cometidos por la dictadura de Pinochet. Reconocido activista de los derechos de los homosexuales, Lemebel obtuvo en 2013 el importante Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, por “proponer una representación heterogénea y compleja de la sociedad chilena, en la que inscribe las imágenes de género y clase social, con una importante proyección hacia el resto de la sociedad”. Al enterarse de la noticia y preguntársele qué haría con el dinero que acompañaba al premio (50,000 dólares), Lemebel respondió irreverentemente: “me voy a poner tetas”.
Lemebel fue muy amigo del escritor Roberto Bolaño, quien lo consideraba “una de las pocas voces que valen la pena en la literatura chilena contemporánea”. Aunque se formó como artista plástico en la Universidad de Chile, pronto derivó a la literatura, pasando a integrar diversos talleres de creación. En 1983 ganó un importante concurso de narrativa local con su cuento “Porque el tiempo está cerca”. Sin embargo, no fue sino hasta mediados de los noventa que comenzó a publicar su obra, con el libro La esquina es mi corazón (1995), un conjunto de crónicas basadas en su propia experiencia personal y que, según el propio autor, reunía “historias dedicadas a revelar un mundo secreto de perdedores, marginados y homosexuales, situadas en el centro de la ciudad de Santiago, en medio del comercio sexual clandestino y los saunas de mala muerte”. En la misma línea estarían sus siguientes libros: Loco afán. Crónicas de sidario (1996), De perlas y cicatrices (1998), entre otros, hasta llegar al consagratorio Adiós, mariquita linda (2004).
Lamentablemente, en ese entonces también se le diagnosticó un cáncer a la laringe, que finalmente terminaría con su vida. Lemebel no mantuvo la noticia en secreto, y más bien hizo partícipes a sus amigos y lectores de todo lo concerniente a su salud. Luego de pasar por una serie de operaciones, en las que perdió casi completamente la voz, escribió en 2011: “Aunque tengo la voz muerta, estoy enfermo de vida”. Y en los últimos días de su vida, mantuvo una activa comunicación a través de su cuenta de Facebook. “Les dejo estas letras en este último día de este mísero y próspero año… Los beso a todos, a quienes compartieron conmigo en alguna turbia noche. Nos vemos, dónde sea”, escribió en esa red social el 31 de diciembre de 2014. Una emotiva despedida para un autor que fue, según el crítico mexicano Carlos Monsiváis, un “fenómeno” de la literatura latinoamericana de nuestro tiempo, en la doble acepción del término: “un escritor original y un prosista notable… y un freak, alguien que llama la atención desde el aspecto y rechaza la normalización ofrecida. Un escritor y un freak indisolublemente unidos”.
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