Meter las manos al fuego

Sobre “Criba”, novela de Julián Perez, ganadora del premio Copé de Oro de Novela 2013

La narrativa de la violencia es uno de los tópicos más utilizados en la actualidad, sea por su condición de herida abierta que evidencia un problema sin resolver en la sociedad o de manera personal, lo que lleva a escritores a seguir aferrados a ese mundo, pues sienten la necesidad de ello, de seguir escudriñando en el mismo foso, y a otros, a ver en este problema una inagotable fuente de historias dignas de dramas novelescos, con claras miras comerciales. Habiendo entonces esclarecido las que considero principales inclinaciones novelescas, tengo que clasificar a Criba (ganadora del Premio Copé de Oro de Novela el 2013) de Julián Pérez, en la primera.

Julián Pérez si bien puede causar la impresión de orbitar el mismo universo narrativo (literatura de la violencia) constantemente, es uno de los pocos narradores que asumo tiene la necesidad de nadar en esas aguas. En cada entrega Retablo, El fantasma que te desgarra, y El resto que no cesa de insistir, desarrolló claro ejemplos no de poca originalidad, sino de nuevas caminos para abordar este polémico tema.  Las historias que sostienen la novela son tres: Una estudiante de antropología vuelve a su tierra natal investigando la vida de un compañero a través de su diario personal, a la vez que recuerda sus felices y montaraces años en Ayacucho; un grupo de amigos se encuentran celebrando la llegada de un advenedizo muy extraño, que jura conocer a todos en el pueblo, pero que curiosamente nadie reconoce, y es, quien los sumergirá en un pasado que desearán nunca haber tocado; y la más importante elocuente, la historia de Manuel y su abuelo Gerardo, contando un sinfín de anécdotas, historias, costumbres, que se encargan de alimentar la novela con su pintoresca y por momentos, jocosa manera de llevar su vida, y la evolución de Manuel, de niño ingenuo y con fe ciega en su héroe (su abuelo), hasta un estudiante de la Universidad de Huamanga, inclinado hacia el activismo estudiantil. Estas tres historias cabalgan por rumbos y tiempos distintos, sin evitar entrelazarse por momentos. La forma de abordar el problema de la violencia política presenta un diseño expansivo en la parte inicial, sondeando en los sentimientos de sus personajes (vivencias), para cerrar sus cauces en el problema de lleno: la fuga de una cárcel en Huamanga. Eso no quita las violentas irrupciones del paso “terrorista” por el Ayacucho de la novela, anclando su sombra que trajina aquellas páginas, y recordando al lector que no es un simple drama andino. “No valía pues solo promover alboroto, y llenarse la boca con el cuento de la revolución y situarse mejor en el juego de la vida. Había que meter las manos al fuego (…) Pero allí mismo, quienes tomaron ese camino pusieron en riesgo todo, sino que firmaron un compromiso tácito para velar su propio funeral” (Pérez 2013; 319)

En Criba nos topamos con un Ayacucho (rincón de muertos) distinto, silencioso, a la espera, pues los años de guerra y violencia pasaron hace mucho por sus paredes, mas siempre retorna el eco de sus lamentos, sea mediante la investigación de la vida de un compañero universitario en manos de una nostálgica estudiante, o por una presencia sobrenatural, que llega para recordar a ese resto amnésico, curioso y silente, que nunca se borrará de su memoria. El mundo andino reconstruido por Julián Pérez descuella por sus relatos mágicos, sobrenaturales, costumbres, y el sentimiento arraigado a la naturaleza en contraposición con un latente crecimiento del mundo occidental en la voz de no solo los personajes más jóvenes, sino también en los más viejos. Los fantasmas de épocas cruentas de la violencia retornan a Pumaranra.

Por FAUSTO Barragán 17 - oct -2014