El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Sobre el notable poemario El mar es un olvido
Rubén Silva Pretel (Bellavista, 1970) entrega en El mar es un olvido (Paracaídas editores)1, una sutil indagación y que desvela una profunda cavilación sobre la poesía y la vida. En ella, el reconocimiento y encuentro de la belleza, el amor y la verdad se configuran en la memoria sobre esa terra incognita, ese mar que es el cuerpo y el sexo inspiradores de la amada.
El título nos remite a sendos poemas de Jorge Guillén y Luis Cernuda. Ambos refieren y sitúan el arte poética de nuestro autor dentro de una tradición densa —en la poesía occidental— cuya huella ya podemos hallar en la poesía de Jorge Manrique: río/vida, mar/muerte, recuerdo/olvido.
El mar es un olvido se abre con un epígrafe de Ledo Ivo que, a modo de candil, nos ayudará a iluminar («tiñendo de púrpura las aguas», “Faro”) las marcas del poemario. Así podemos sentir impregnando nuestra lectura con iluminaciones, revelaciones o epifanías del rumor misterioso de la materia de la vida procedente de la otra orilla (ahí los simbolistas franceses), pero en la experiencia vital que constituye, para el poeta, un nivel más hondo de la experiencia terrena.
Luego, tenemos un poema liminar, “Semántica”, con las obsesiones que regirán las composiciones del poemario en su conjunto. Los momentos de sed de absoluto son tamizados por preguntas que desnudan «el silencio que envuelve un cuerpo» y que tratan de conjurar con su «mal arte» las leves alburas que ensombrecen el alma del poeta (véase “Elegía”).
Los poemas, desplegados en tres secciones, están hechos de pausas y silencios, omisiones que dicen sin decir. Es una poesía siempre elusiva, de la inminencia. Sus composiciones se vuelven metáforas del espacio de la creación poética, y su propuesta poética una metáfora en la que resuena la vida misma, porque se solaza en la percepción de lo concreto.
El libro es un viaje de la memoria, una travesía empieza cuando nacemos y termina cuando morimos. A través de un ritmo pausado, accedemos a una agonía ontológica... como si el ser feneciera a la hora del amor, a la hora de la revelación en un tiempo presente, el ahora que nos reconcilia con nuestra realidad: somos mortales («nada temo /vendrá la muerte / y tendrá mis ojos / pero solo eso», “Pero solo eso…”) en una búsqueda siempre inconclusa de la sabiduría (como el no saber nada y el aspirar a la sabiduría con que Sócrates diferenció al filósofo del sofista) y de la belleza
Precisamente el poema que cierra el libro, “Estrella de mis ojos”, retoma la aceptación de la certidumbre de la temporalidad de todo, pero sin ningún sentimiento de angustia, de culpa o maldición. El mar es un olvido nos muestra el prodigio de la memoria y el amor planteándolo desde la perspectiva misma de la poesía, en la indagación por el saber que palpita en el anhelo de eternidad y la sed de amor del ser humano.
1 Stricto sensu esta es la segunda edición, pues hay una de escasa circulación, publicada en ediciones torre de marfil, en 2001 que fue generosamente distribuida entre los amigos del autor.
COMENTARIOS