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Una niñez complicada por un mal negocio de su padre, una residencia en Buenos Aires por largo tiempo, una activa militancia frente al imperialismo, la oposición al tratado militar de Uruguay con Estados Unidos y mucha cercanía a los ideales de la revolución cubana. En su vida personal fue sencillo al hablar de sí mismo, incluso sobre su infancia, pero con una gran duda respecto a qué vendrá después de la soledad, ya que después de la alegría, la plenitud y el amor sabemos que viene ese sentimiento de vacío, pero nadie llega a preguntarse si luego hay algo más. Aunque hoy, 17 de mayo, diez años atrás, la palabra soledad cambiaría por “muerte”, pues el hombre que tanto quiso responder esa duda en sus poemas falleció en Montevideo.
Mario Benedetti, de quien estamos hablando, nació en Paso de los Toros (Uruguay), el 14 de septiembre de 1920. Fue un intelectual con una gran pasión por la literatura desde su infancia, como lo decía en el programa español A Fondo, en 1978, durante su exilio a raíz de la dictadura cívico militar en Uruguay. Una etapa en la que incluso residió en el Perú, por un tiempo limitado. Ya para ese entonces habían pasado más de 20 años de su primera publicación, la cual recuerda con cierta lejanía por considerarla muy “indeleble”. Recién fue en 1960 cuando alcanzó el reconocimiento como escritor con la novela La tregua. En aquella entrevista resaltaba su hinchaje por el club Nacional en el deporte rey, y su formación antiimperialista, a raíz de la discriminación que vio en una visita a Estados Unidos. Toda una hora hablando sobre su carrera literaria y sobre su país. Quién diría que antes de ser un escritor reconocido tuvo los más diversos trabajos, desde empleado público a ayudante en un taller de autos, y no pudo terminar sus estudios secundarios. Con esas condiciones resultaba muy difícil que llegue a ser quien fue en la literatura. No obstante, lo logró.
Sobre su amor por la literatura, se sabe que su primera gran pasión fue la poesía —es autor de más de 30 poemarios, desde La víspera indeleble (1945) hasta Testigo de uno mismo (2008)—, luego el cuento, después el ensayo y finalmente llegó a la novela. Resaltan sus cuentos, que recogían la retórica latinoamerica de la época, y que le sirvieron como soporte económico en diversos momentos de su vida. Pero su historia personal está muy vinculada a la del prestigioso semanario Marcha, en el que trabajó desde 1945 hasta 1974, y desde 1954 como director literario. Fueron años de activa y destacada militancia intelectual, siempre dentro de la izquierda, que lo llevó a ser director del Centro de Investigaciones Literarias de la entonces prestigiosa Casa de las Américas.
Después de un largo exilio (debido a la existencia de una dictadura en Uruguay) volvió a su país en 1983. En aquella época ya sus obras eran muy difundidas y tenían gran influencia en las nuevas generaciones de escritores, y también entre los cantantes de la música popular. Como Joan Manuel Serrat, quien publicó en 1985 el disco El sur también existe, que solo presentaba versiones cantadas de poemas escritos por el mismo Benedetti. Por aquellos años también comenzó a recibir reconocimientos de todo tipo: doctorados Honoris Causa (de las Universidades de Alicante y La Habana, por ejemplo), el Gran Premio Nacional a la Actividad Intelectual (Uruguay), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (España), la Medalla Pablo Neruda (Chile), entre muchos otros.
Mario Benedetti murió el 17 de mayo del 2009, en su casa en Montevideo, y con ello se cerró una era en la poesía latinoamericana. Hoy, diez años después, en un mundo donde la única poesía que se aprecia es la que aparece con una melodía por detrás, podemos valorar mejor su poesía, tan clara y sencilla, así como su amplia obra narrativa. Su arte literario sigue influenciando a las nuevas generaciones, tanto en Uruguay como en todos los países de habla hispana. ¡Gracias, Mario!
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