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Marcello Mastroianni: el rostro del cine italiano

En el centenario de uno de los más grandes actores

Marcello Mastroianni: el rostro del cine italiano
  • 27 de septiembre del 2024

 

El 28 de setiembre de 1924 nació en Fontana Liri (Italia), Marcello Mastroianni, una de las figuras más icónicas del cine mundial. Al conmemorarse el centenario de su nacimiento, su presencia en la gran pantalla sigue siendo sinónimo de sofisticación, melancolía y, sobre todo, de la ironía que impregnaba sus personajes. Con más de 150 películas a lo largo de su carrera, Mastroianni logró capturar la esencia de una generación desencantada, que oscilaba entre el hedonismo y la reflexión existencial, un perfil que supo explotar particularmente bien en su colaboración con grandes directores italianos como Federico Fellini, Michelangelo Antonioni y Ettore Scola.

Los primeros pasos en el cine

El joven Mastroianni comenzó su carrera artística en la década de 1940, en plena reconstrucción de la industria cinematográfica italiana tras la Segunda Guerra Mundial. Como muchos actores de su tiempo, encontró sus primeros papeles en películas de corte neorrealista. Sin embargo, fue su participación en "Crónica de un amor" (1950) de Michelangelo Antonioni lo que marcó el inicio de una carrera que pronto trascendería las fronteras italianas. Durante los años cincuenta Mastroianni trabajó en una serie de películas que ya dejaban entrever su versatilidad y carisma.

Pero sería en los años sesenta, en pleno auge del cine de autor italiano, cuando su rostro se asociaría para siempre con las imágenes en blanco y negro de películas como "La dolce vita" (1960) y "8½" (1963), ambas dirigidas por Federico Fellini. En este momento, Mastroianni consolidó su figura como uno de los actores más importantes de Europa y del mundo, interpretando a personajes que, pese a sus propias contradicciones y defectos, resultaban irresistibles.

“La dolce vita” y “8½"

Uno de los momentos más emblemáticos en la carrera de Mastroianni fue su interpretación de Marcello Rubini, un periodista en busca de sentido en la caótica Roma moderna, en "La dolce vita". La película, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1960, se convirtió rápidamente en un clásico no solo por su innovadora estructura narrativa, sino también por la potente mezcla de nihilismo y glamour que ofrecía.

Entre las secuencias más recordadas de toda la historia del cine está aquella en la que su personaje, vestido impecablemente con un esmoquin, observa pasivamente cómo Sylvia (interpretada por Anita Ekberg) se baña en la Fontana di Trevi. La escena captura perfectamente la paradoja en la que vive su personaje: rodeado de belleza y decadencia, pero incapaz de conectar verdaderamente con ello. El tono irónico de la escena, en la que la frivolidad y el vacío existencial se encuentran, es una de las marcas registradas de Mastroianni, quien supo dotar a sus personajes de una capa de cinismo que reflejaba las ansiedades de una época de rápidos cambios culturales.

Si "La dolce vita" marcó el ascenso de Mastroianni como estrella internacional, "8½" lo confirmó como un actor capaz de dar vida a personajes profundamente complejos. En esta película, nuevamente bajo la dirección de Fellini, Mastroianni interpreta a Guido Anselmi, un director de cine en crisis creativa que busca inspiración para su próxima película. La película es, en muchos sentidos, un reflejo de la propia lucha de Fellini con el arte y la vida, pero es a través del personaje de Mastroianni que el director logra transmitir la desconexión y el caos interno de un creador que se siente atrapado en su propio éxito.

Uno de los momentos más irónicos de "8½" es cuando Guido, asediado por las mujeres de su vida y por su equipo de producción, se refugia en una fantasía donde todas sus amantes y figuras femeninas lo veneran. La escena, cargada de humor y autocrítica, muestra a Mastroianni en el centro de un circo emocional que parece no tener fin. Aquí, el actor logra equilibrar el patetismo de su personaje con una ligereza que lo hace, una vez más, profundamente humano.

Entre la comedia y el drama

A lo largo de los años setenta y ochenta Mastroianni continuó trabajando en una variedad de géneros, desde la comedia hasta el drama. En "Una jornada particular" (1977), dirigida por Ettore Scola, comparte protagonismo con Sophia Loren en una historia ambientada durante el régimen fascista. Mastroianni interpreta a un hombre homosexual en una sociedad profundamente homofóbica, y su actuación se destaca por su sensibilidad y contención. La ironía, en este caso, proviene de la confrontación entre las convenciones sociales y la verdadera naturaleza de su personaje, lo que subraya su capacidad para manejar con elegancia temas delicados y complejos.

Por otro lado, en "Divorcio a la italiana" (1961), de Pietro Germi, Mastroianni da vida al Conde Ferdinando Cefalù, un aristócrata siciliano que planea asesinar a su esposa para poder casarse con su joven prima. La película, una sátira sobre los valores morales de la sociedad italiana, ofrece una de las actuaciones más memorables del actor, donde la ironía se convierte en el motor de la narrativa.

El legado

A lo largo de su carrera, Marcello Mastroianni encarnó a hombres en conflicto consigo mismos, con la sociedad y con el amor. Sus personajes, a menudo, eran testigos de su propio fracaso y, sin embargo, mantenían una cierta dignidad y encanto. Parte de su grandeza residía en su capacidad para comunicar esa dualidad humana: la mezcla de cinismo e idealismo, de alegría y desesperación.

Hoy, en el centenario de su nacimiento, el legado de Mastroianni sigue vivo en cada secuencia irónica, en cada mirada cargada de significados ambiguos, y en cada personaje que, aun en su imperfección, nos recuerda algo profundo sobre nuestra propia humanidad. Marcello no solo fue un actor; fue el espejo en el que el cine italiano del siglo XX se reflejó, y su imagen, con el paso del tiempo, se ha vuelto atemporal.

  • 27 de septiembre del 2024

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