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Natalicio de máximo exponente del surrealismo
Fundador y líder del movimiento surrealista, el escritor francés André Breton (1896 – 1966) cuenta este año con una doble efemérides: los 120 años de su nacimiento y los 50 de su muerte. Breton está ligado a nuestro continente por su amistad con algunos de los destacados escritores latinoamericanos que vivieron en París en la primera mitad del siglo XX, y también por haber pasado algunos años en nuestro continente. Por eso entre las publicaciones que conmemoran las celebraciones bretonianas destaca el libro inédito Pleamargen (2016) un conjunto de poemas que el francés escribiera entre 1940 y 1948, durante su estadía en América.
André Bretón nació en Tinchebray, un pequeño pueblo del norte de Francia, el 19 de febrero de 1896. Inició estudios de Medicina, pero tuvo que abandonarlos pues en 1916 fue llamado a integrarse al ejército francés en la Primera Guerra Mundial. Su participación en este conflicto fue como ayudante en diversos hospitales, en donde se aproximaría a las teorías freudianas del psicoanálisis. Paralelamente Breton comenzó a tomar contacto con escritores y artistas, desde el simbolista Paul Valery hasta los integrantes del grupo dadaísta, fundado en 1916 por Tristan Tzara. Así, uniendo la escritura automática, la poesía y el irracionalismo publicó su primer libro Los campos magnéticos (1920), un poemario escrito en colaboración con Philippe Soupault.
Ya plenamente instalado en el mundo artístico y cultural parisino, Breton funda la revista Littérature, en la que colaboran destacados escritores. Con algunos de ellos compartía una serie de propuestas literarias, que se dieron a conocer en el Manifiesto surrealista (1924), escrito por Breton y Soupault, pero que fue firmado también por Louis Aragon, Philippe Soupault, Paul Éluard, Michel Leiris, Robert Desnos y Benjamin Perét, entre otros. Según este manifiesto, “El surrealismo se basa en la creencia de una realidad superior de ciertas formas de asociación desdeñadas hasta la aparición del mismo, y en el libre ejercicio del pensamiento”. Por ello, la literatura surrealista dejaba de lado la vieja retórica, de origen aristotélico, para darle la más completa libertad al fluir de la imaginación y lo inconsciente.
El surrealismo creció rápidamente, abarcando a las artes plásticas, pero siempre bajo el mandato de Breton, quien redactó los siguientes documentos del grupo: El surrealismo y la pintura (1928) y el Segundo manifiesto del surrealismo (1929). Los años treinta son los de mayor expansión del movimiento, que llegó a captar a los más importantes escritores y artistas que entonces vivían en París, y que provenían de diversas partes del mundo, incluyendo al español Salvador Dalí y al peruano César Moro, con quien Breton tuvo una fuerte amistad. Siempre al mando del movimiento, Breton intentó integrar el grupo a la militancia comunista, con lo que se produjo el primer gran cisma del surrealismo.
Mientras tanto, su obra literaria se superaba notoriamente con los poemarios Claro de tierra (1923) y Pez soluble (1924), y especialmente con la novela Nadja (1928) considerada su obra maestra y uno de los libros claves de la literatura francesa de su tiempo. Nadja es una especie de relato autobiográfico, en el que el autor cuenta sus experiencias en los hospitales, pero centrándose en la paciente llamada Nadja, una joven que padece de locura y que vive inmersa “en un mundo de misterios, signos y milagros”, según comentó José Carlos Mariátegui poco después de la publicación de la novela.
Plenamente involucrado en los avatares de la política, Breton se vio obligado a exiliarse en América. Llegó a México en 1937, donde redactó junto con León Trotski el Manifiesto por un arte revolucionario independiente; después pasó temporadas en Martinica, Santo Domingo y Nueva York, donde permaneció durante el desarrolla de la Segunda Guerra Mundial. Regresó a París en 1946, a asumir nuevamente la dirección del movimiento surrealista (ya integrado por una nueva generación de escritores y artistas) a través de la revista Le Surrealisme Même. Y en ello trabajó hasta su muerte, el 28 de septiembre de 1966. Sin lugar a duda su mayor legado es el surrealismo, uno de los grandes puntos de inflexión dentro de la historia de la literatura y el arte en general.
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