El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Por fin llegó a nuestros cines Yo, Tonya (I, Tonya) una de las películas protagonistas de la reciente noche de premiación del Oscar. Un oscuro e irónico biopic, protagonizado y producido por la australiana Margot Robbie (Australia, 1990), quien quiere de esta manera dejar sus tradicionales papeles de hermosa acompañante del protagonista (El lobo de Wall Street, La leyenda de Tarzán, Escuadrón suicida, etc.) para presentarse como una actriz “de carácter”. Y lo logró plenamente pues Robbins fue nominada al Oscar como mejor Actriz Principal por esta interpretación de la polémica patinadora olímpica Tonya Harding, famosa por haber estado envuelta en un atentado contra su principal competidora por una plaza en el equipo olímpico norteamericano.
La historia se presenta como un “falso” documental, con entrevistas a los protagonistas, quienes darán su versión de los hechos narrados, que abarcan casi toda la vida de Tonya, desde su infancia hasta la actualidad. Así, vemos que en esta vida hay dos grandes constantes: el patinaje sobre hielo y la violencia, doméstica y social. Tonya provienen de un hogar muy pobre y ha sido criada solamente por su madre, Lavona Fay, una dura, agresiva y descorazonada mesera que está obsesionada con sacar el mayor provecho posible a las aptitudes deportivas de su hija. Y en su afán por escapar de las golpizas que le propina su madre, Tonya se casa con su primer enamorado, Jeff Gillooly, un patán ligado a la delincuencia. lamentablemente Jeff la golpea incluso más que su madre, y además la vincula con el submundo de matones que, finalmente, serán los responsable de amenazas y agresiones a las rivales de Tonya.
El director de Yo, Tonya es Craig Gillespie (Australia, 197), conocido por una serie de comedias en las que priman lo grotesco y el humor negro. Acaso por ello ha sabido hacer de esta historia —que no es otra cosa que la de la ascensión y caída de Tonya— una versión posmoderna y sumamente crítica del viejo mito del sueño americano. Tonya intenta salir de la pobreza, pero a pesar de su talento y capacidad física, nunca llega a encajar en el mundo del patinaje artístico, tan refinado y elitista. Sus propias compañeras suelen calificarla de white trash (basura blanca), término despectivo que se usa para la gente más pobre y lumpenizada, pero de raza blanca. Y el retrato de esta clase social y su cultura se hace más directo por la apelación a los testimonios de los personajes, o los irónicos comentarios que hacen dirigiéndose a los espectadores, rompiendo la famosa “cuarta pared”.
Hay otros muchos aciertos en esta película. Uno de ellos es la calidad y espectacularidad de las secuencias de patinaje, algo inesperado para los espectadores, por el tono más bien tragicómico de la narración. Pero sin lugar a dudas lo que más ha llamado la atención son las actuaciones de Margot Robbie y Allison Janney (Ohio, 1959), quien interpreta brillantemente a la implacable madre. Janney compone un personaje que se impone escénicamente desde la primera secuencia (con Tonya de cuatro años, y con el fondo musical de la canción “Devil woman” de Cliff Richard) hasta la última, cuando intenta sacar provecho de la desgracia que está atravesando su hija. Una performance impecable que le ha significado a Janney ganar el Oscar, El Globo de Oro y el BAFTA. Acaso el único punto débil de Gillespie sea no mostrarnos un poco más de la “grandeza” de estas dos mujeres: finalmente Tonya, a pesar de la pobreza y los problemas, fue una deportista triunfadora a nivel mundial. No obstante, Yo, Tonya resulta una muy buena película, que supera ampliamente las expectativas que teníamos sobre ella.
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