El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
Cada generación tiene el derecho (¿o el deber?) de hacer sus propias interpretaciones de las obras clásicas, tanto nacionales como universales. Y eso es más necesario en ciertas disciplinas académicas y artísticas; por ejemplo en el teatro, lo que lleva a que constantemente se estén representando las tragedias de Shakespeare o los dramas del Siglo de Oro español. Actualmente en Lima tenemos una interesante propuesta en este sentido: la puesta en escena de La Celestina, el clásico español escrito por Fernando de Rojas alrededor del año 1500, adaptada y dirigida por el reconocido Alberto Ísola, y protagonizada por Montserrat Brugué. Un valioso esfuerzo del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, en coproducción con el Centro Cultural de España en Lima.
Como se sabe, La Celestina cuenta la historia del amor entre dos españoles de clase alta: Calisto y Melibea. Calisto (interpretado aquí por Patricio Villavicencio) está enamorado de Melibea (Andrea Luna), pero no es correspondido, por lo que busca la ayuda de Celestina, una vieja chismosa y dueña de un pequeño prostíbulo, que de alguna manera tiene acceso a Melibea y puede convencerla de ceder a los requerimientos de Calisto. Las acciones que se desarrollan tienen muchos elementos de las comedias de enredos: confusiones, malentendidos, sirvientes demasiado habladores y muchas bromas entre los personajes. Pero el final de la historia es eminentemente trágico. Por eso el título original de la obra es “Tragicomedia de Calisto y Melibea”, pero con el paso del tiempo, y ante la evidente fuerza del personaje, la gente comenzó a llamar al texto “La Celestina”. Especialmente a partir de su exitosa traducción al italiano (siglo XVI), que llevaba precisamente ese título.
Isola hace una puesta en escena minimalista, con una escenografía funcional y con un vestuario más bien de nuestra época. Y también ha reducido los personajes al mínimo, a los indispensables para la intriga central de la trama; aunque con esa reducción de personajes quedan fuera algunos de los más famosos pasajes de la obra original (como el famoso “planto” (lamento) del padre de Melibea). Por ello, destaca más que nunca la figura de Celestina, interpretada con eficiencia por Brugué, la recordada Monchi de Pataclaun, quien desde hace algunos años está destacando como una nuestras mejores actrices de teatro. Pero acaso la mayor audacia de Ísola es haber “condensado” la trama para que la representación dure menos de dos horas. Recordemos que La Celestina es un texto extenso, de varios centenares de páginas; un híbrido de novela y obra teatral cuya mayor peculiaridad es que solo está conformado por diálogos y monólogos de los personajes.
Casi todas las adaptaciones teatrales de La Celestina ponen énfasis en la recreación de la época, para lo cual resultan muy útiles sus extensos diálogos, que tienen una fuerte carga de oralidad y de mitos y creencias populares (solo la pareja protagónica es de clase alta, el resto son sus sirvientes). Parte de esa “recreación” es el uso de muebles y vestuarios de época. Como hemos visto, no es esa la opción de Ísola, quien ha preferido darle prioridad y dinamismo a la historia central. Y lo logra hasta cierto punto, pues los espectadores asistimos a un acelerado despliegue de marchas y contramarchas en las relaciones amorosas de las parejas (son varias). Se gana en dinamismo, pero se pierde demasiado en lo que respecta a la intensidad dramática: no llegamos a identificarnos en ningún momento con el sufrimiento de los personajes, ni a sentir el carácter trágico de su destino. Y esa identificación, ese sentimiento, son las verdaderas razones de ser del arte dramático.
La Celestina se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico.
Jirón Sánchez Cerro 2121, Jesús María.
De viernes a lunes, hasta el 2 de diciembre
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