Editorial Cultura

Joker: entre el cómic y el realismo

Crítica a una de las películas más importantes del 2019

Joker: entre el cómic y el realismo
  • 16 de octubre del 2019


Si bien la guerra cinematográfica entre Marvel y DC, las dos grandes empresas de cómics, la ha ganado ampliamente la primera —
Avengers Endgame es ya la película más taquillera de la historia—, hubo varios momentos en los que fue más bien DC la que tuvo la primacía. Especialmente con la trilogía de películas dirigidas por el británico Christopher Nolan: Batman inicia (2005), Batman: El Caballero de la noche (2008) y El Caballero de la noche asciende (2012). En ellas había un logrado intento de llevar las historias y personajes de los cómics (creados para lectores adolescentes) al mundo adulto y real. Y aunque después DC abandonó esa línea de trabajo —especialmente con películas como La Liga de la Justicia (2017)—, parece haber vuelto a ella, y por todo lo alto, con Guasón (Joker, 2019), uno de los mayores éxitos de taquilla y de crítica de este año, que incluso ha obtenido el premio León de Oro en el prestigioso Festival de Venecia.

Como se sabe, el Joker (“Guasón” en su versión hispanoamericana) es uno de los enemigos de Batman, un asesino psicópata y sumamente inteligente, que se viste y maquilla como un bufón cortesano (la imagen del joker que vemos en las barajas). En fin, uno de los personajes más interesantes de esa ficción, y que fue interpretado por Heath Ledger en Batman: El Caballero de la noche, lo que le valió un Oscar póstumo. Esta vez, el proyecto era una película de bajo presupuesto basada en la historia del Joker, que fue encargada al director Todd Phillips (Nueva York, 1970), conocido por comedias como ¿Qué pasó ayer? (2009); y entre los productores figuraban Phillips y nada menos que Martin Scorsese. La idea era “explorar” la formación de un personaje tan complejo y rico: un hombre con problemas mentales, marginado y humillado por la sociedad, y que poco a poco se va convirtiendo en el más cruel asesino. Ya planteadas así las cosas, se sumó al proyecto Joaquín Phoenix —un reconocido actor de “estudio”, tres veces nominado al Oscar— para interpretar al Joker.

En pantalla vemos a un Arthur Affleck (el Joker) cuarentón y pobre, que trabaja como payaso callejero en las peligrosas calles de Ciudad Gótica de los años setenta (que remite directamente a la Nueva York de esa época) y que vive con su madre (ya senil) en un edificio tugurizado. El gran sueño de Arthur es ser comediante, aunque obviamente no tiene ningún talento para ello. Parte de esa aspiración es su admiración por el comediante Murray Franklin (interpretado por Robert De Niro), animador de un programa de televisión que Arthur y su madre ven todas las noches. Pero a Arthur le va cada vez peor: es víctima de agresiones de pandillas, sus compañeros de trabajo lo ven como un freak y el seguro social deja de proporcionarle las medicinas que necesita para paliar sus problemas mentales. Poco a poco se integra a la espiral de crisis y violencia social que experimenta la ciudad: alguien le da un arma, mata (en defensa propia) a tres personas, lo despiden de su trabajo, la policía comienza a acosarlo y, como consecuencia, su madre sufre una crisis de salud. Todo ello se presenta en paralelo con las fantasías, de diverso tipo, que Arthur elabora sobre su propia vida. 

De esta manera, al estar enfocada únicamente en el protagonista, toda la película se sustenta en la actuación de Joaquin Phoenix, quien hace esta vez un trabajo sobresaliente en todos los aspectos, desde los gestos, las risas y el uso de la voz, hasta la transformación física radical (tuvo que bajar 30 kilos de peso) para interpretar al personaje. Hay muchos elementos para destacar en la labor de Phoenix; por ejemplo, la expresión corporal, tanto cuando el personaje está en reposo (casi desnudo, en la intimidad de su casa) como en las numerosas veces en que baila: en su rol de payaso, imitando algún musical clásico o simplemente desfogando la tensión del momento (como en la escena que sigue al primer crimen que comete). Incluso en las escenas de violencia extrema, que injustificadamente han asustado a los censores en algunos lugares. Gracias a la brillante actuación de Phoenix los espectadores sentimos como verosímil su transformación desde un freak inofensivo hasta un criminal y líder de una sangrienta revuelta popular.

Por supuesto, no es la primera vez que el cine nos muestra la conversión de un personaje raro y marginal en un peligroso asesino. Y acaso el ejemplo más destacado sea la película Taxi driver (1976), dirigida por Scorsese y protagonizada magistralmente por De Niro. Si ambos están presentes en Joker es precisamente porque la referencia resulta inevitable; y porque además participaron en El rey de la comedia (1983), una película menos conocida, dirigida por Scorsese y protagonizada por De Niro, que cuenta la historia de un aspirante a comediante, también un poco loco, que hace todo para ser parte del programa de televisión del comediante que él admira. Joker resulta por eso, en muchos aspectos, una combinación de ambas películas. Y es también por eso, por la inevitable comparación con un clásico como Taxi driver, que se le notan algunos defectos: demasiado efectista, demasiado evidente en sus intenciones de presentar al protagonista como víctima, demasiado enfática en su discurso social, etc. No por ello deja de ser una muy buena película, y la actuación de Phoenix una de las mejores que hemos visto en los últimos tiempos.

  • 16 de octubre del 2019

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