Editorial Cultura

Fidel Castro y la manipulación de la historia

Nueva edición de S.P.Q.R.

Fidel Castro y la manipulación de la historia
  • 11 de noviembre del 2021

Aquí presentamos los artículos de la segunda edición de la revista S.P.Q.R, en la que se analizan los mensajes anti occidentales del neoindigenismo que habla de supuestos “pueblos originarios”, en contraposición a nuestra herencia hispana. Evidentemente este análisis no se puede desarrollar sin reflexionar sobre la identidad nacional y latinoamericana a partir de las mezclas de las tradiciones de los pueblos prehispánicos y la herencia española.

Debajo de los artículos publicados se podrá descargar el PDF de la última edición de la revista (y de la anterior).

En unas semanas S.P.Q.R. tendrá su propio repositorio.

 

 

POR PEDRO CORZO.

La hispanidad es una olla gigantesca de pueblos que se viene adobando desde hace cientos de años. Es un ajiaco singular en el que las partes conservan su identidad esencial sin menoscabo de los aportes e influencias que los distintos ingredientes en cocción tributan. 

El legado sincrético, biológico y cultural, acumulado en todos y cada uno de los pueblos iberoamericanos, incluida la Península Ibérica, es una realidad innegable. Son huellas muy difíciles de extirpar, por mucha voluntad que pongan en el empeño los “refundadores” de oficio con su estrategia de tierra e ilustración arrasadas. 

El descubrimiento y la conquista recogen numerosas injusticias, pero los actos de aquellos ejecutores no difieren mucho del de sus pares contemporáneos en otras latitudes, incluyendo la propia Europa. El revisionismo de los refundadores y de los reconstructores sociales encubre una propuesta política-ideológica, más que la búsqueda de la justicia histórica. 

El concepto de lo “justo” ha evolucionado favorablemente a través de los siglos. Y aunque aquella fue una devastadora realidad para los pueblos originarios del hemisferio, no debemos perder la perspectiva que los hechos ocurrieron en contextos éticos diferentes y que los operadores de la “refundación”, la vituperan con el objetivo de favorecer la demolición de los legados que disfrutamos en el presente. Un esfuerzo para dejarnos sin fundamentos éticos y culturales y así instaurar su nuevo orden. 

Los crímenes realizados durante la conquista y el virreinato no deben ser justificados, pero tampoco magnificados, por quienes procuran desestabilizar los cimientos de nuestras sociedades. Una práctica habitual de los marxistas y de las diferentes fórmulas de populismo que enfrentamos en la modernidad es la tendencia a desacreditar las repúblicas calificándolas de entidades neocoloniales, como si las gestas independentistas no se hubieran concretado y los estados emergentes fueran extensión del pasado. 

Por otra parte, es apropiado reconocer que el virreinato español fue más inclusivo que el británico o el francés. Los conquistadores se mezclaron con los nativos, los esclavos que importaban y los criollos; los nacidos en el virreinato, fueron ascendiendo social y políticamente. 

La Revolución Cubana y su máximo intérprete, Fidel Castro, no fueron los primeros en promover una visión devastadora de la incursión española en el continente. Pero si están entre los que mejor estructuraron esa campaña, puesto que aun antes del triunfo de la insurrección, Castro y su Revolución tenían una concepción imperialista de su destino. De ahí la necesidad de denigrar de la manera más rancia posible cualquier proyección imperial pasada, España, o presente, Estados Unidos. 

Atacar de forma sistemática el legado de España y la influencia de Estados Unidos en el hemisferio era esencial para el proyecto castrista. Como promotores de un nuevo orden institucional y cultural, precisaban de una catástrofe a fondo en la que los fundamentos de la Nación[1] fueran renovados radicalmente, mientras identificaban nuevos enemigos capitales y creaban eventos bases de comportamientos institucionales. 

Una parte importante de ese entramado castrista fue estructurar una falsa epopeya guerrillera[2], con la participación de héroes epónimos adosados a una impronta religiosa que facilitaría la formación posterior de una iglesia nacional[3] que aportara a la gestión gubernamental una pátina mística. Gracias a ello se aparenta que los funcionarios actuaban como inspirados por una fuerza superior; sin exceptuar a Fidel Castro, el más místico de todos estos caciques, aunque en el documental que le hizo Oliver Stone, Comandante, Castro afirmara: “Nunca he sido un creyente”. 

Hay suficientes elementos para conceptuar que Fidel Castro mentía a medias cuando afirmó el 13 de enero de 1959 que no era comunista para reconocer que estaba dispuesto a recurrir a todos los mecanismos del marxismo y de cualquier otra ideología que le facilitara su visión totalitaria del poder. El marxismo fue para Castro un mero instrumento, no una ideología con la que estuviera identificado, porque nunca fue creyente de nada, salvo de sí mismo. 

Las propuestas refundacionales son encubiertas con críticas severas a todo lo establecido, particularmente a la conquista y sus gestores. Las diatribas contra lo existente y a los que se opongan a la nueva propuesta tienen un fuerte contenido religioso, como se apreciaba en la participación de Evo Morales en los ritos indígenas. También en Hugo Chávez, un fervoroso creyente del espiritismo y la santería; y hasta en Nicolás Maduro cuando dijo en plena campaña electoral que “Chávez se le había aparecido en forma de pajarito chiquitico”[4]. 

Fidel Castro incorporó a su práctica de gobierno una propuesta relacionada con la victimización de las razas por parte de la cultura virreinal y luego la republicana. Un arma más en el arsenal de diatribas que sumó a la sempiterna lucha de clases, la artillería central del marxismo. En el caso cubano la campaña se instrumentó a favor de los negros, difundiendo la certeza de que los problemas raciales en Cuba y la discriminación eran prácticas de Estado. 

Años después los émulos de Fidel Castro, particularmente Evo Morales y sus asociados, incorporaron la noción del “estado plurinacional”[5], a su arsenal de combate para destruir la concepción de nación vigente y a su vez atacar este concepto básico legado por el virreinato y fortalecido durante las guerras de independencia del hemisferio. 

Se podría decir que Castro y los asociados a Morales fueron los precursores de ciertas modalidades de lucha contra lo establecido. Por ejemplo, la teoría crítica de la raza[6], en boga en Estados Unidos, también contempla la historia a través de la óptica del racismo. Otros movimientos sociales de carácter supuestamente reivindicativos “sexista”, tienen como objetivo promover la inconformidad social para facilitar la implementación de sus propuestas. 

No debemos pasar por alto que Castro y la Revolución solo promovieron esta demonización, califiquémosla de científica, del legado español, después de haber iniciado la experiencia cubana. En la Isla se atacó sistemáticamente la Iglesia Católica, herencia esencial del virreinato, disminuyendo prácticamente a cero su influencia. Se impulsaron las diferencias raciales mientras se vituperaba, por los medios y en las escuelas, a los patricios que iniciaron el proceso independentista. También se denostó la gesta independentista y se acometió la demolición de la República. 

Es innegable que las propuestas de reconstrucción ética, de lenguaje, de conducta y de pensamiento, sumadas a la desconstrucción del pasado (en el que la criminalización de lo acontecido es la variante más presente), están asociadas a corrientes políticas que procuran cambios radicales en los conceptos y el conocimiento. Estas personas y entidades buscan un cambio estructural, de raíz; ese fue el objetivo de la Revolución Cubana y Fidel Castro. Debemos tener presente que el objetivo de estas propuestas no es la denuncia en sí misma, sino edificar –en base a un nuevo imaginario– un mundo que se ajuste a sus patrones. 

Por otra parte, hay que decir que, aunque Fidel Castro fue unos de los constructores más conspicuos de la Leyenda Negra de la conquista española en Las Américas, fue también el más hispanófilo de todos estos refundadores. Así lo atestiguan estas palabras suyas ante una invitación del rey Juan Carlos en 1978: “Yo quiero ir pronto a España. ¿Cuándo es buena época? ¿Cuándo está más bonita?”. Por su parte España siempre consideró a Castro un amigo, particularmente durante la dictadura de Francisco Franco. 


[1]El concepto de Nación fue atacado en Cuba con todos los recursos del régimen totalitario. La casi totalidad de los Patricios, a excepción de José Martí fueron denigrados y en el mejor de los casos cuestionados los motivos que le impulsaron a la gesta independentista, algo similar ocurrió con el periodo republicano. 

[2] El Movimiento 26 de Julio y el Régimen recrearon el proceso insurreccional contra la dictadura de Fulgencio Batista magnificando sus actuaciones promoviendo una epopeya bélica muy distante de lo modesto que fue el conflicto militar. 

[3] En los primeros meses de la victoria insurreccional se intentó crear un movimiento sustitutivo de la Iglesia Católica que se llamó “Con la Cruz y con la Patria”. Dos católicos revolucionarios, Antonio Pruna y Lula Horstman, fueron los abanderados de este proyecto que fracaso y que contó con la asesoría del padre German Lance. Dos años después, 1961, fueron expulsados de Cuba 136 sacerdotes y se intensifico una persecución y discriminación silenciosa contra los católicos y los religiosos en general.  

[4] Nicolás Maduro. Abril 3 del 2013.  

[5] Una propuesta que consiste en “varias naciones unidas en un solo estado”. Este concepto viabiliza la atomización del Estado y la contraposición de los derechos de las partes. 

[6] Teoría Critica de la Raza. Una propuesta que se centra en que el racismo es sistémico en las instituciones de Estados Unidos y que funcionan para mantener el dominio de los blancos en la sociedad.

  • 11 de noviembre del 2021

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