Editorial Cultura

El indigenismo: herramienta totalitaria para destruir naciones

Nueva edición de S.P.Q.R.

El indigenismo: herramienta totalitaria para destruir naciones
  • 10 de noviembre del 2021

Aquí presentamos los artículos de la segunda edición de la revista S.P.Q.R, en la que se analizan los mensajes anti occidentales del neoindigenismo que habla de supuestos “pueblos originarios”, en contraposición a nuestra herencia hispana. Evidentemente este análisis no se puede desarrollar sin reflexionar sobre la identidad nacional y latinoamericana a partir de las mezclas de las tradiciones de los pueblos prehispánicos y la herencia española.

Debajo de los artículos publicados se podrá descargar el PDF de la última edición de la revista (y de la anterior).

En unas semanas S.P.Q.R. tendrá su propio repositorio.

 

 

POR CARLOS SÁNCHEZ BERZAIN.

Cuando la derrota del comunismo por el capitalismo quedó certificada con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), una derrota iniciada en marzo de 1990, la dictadura de Cuba creó el Foro de Sao Paulo, en julio de ese mismo año, con el propósito de “multiplicar los ejes de confrontación” en la lucha contra lo que denominan “el imperialismo capitalista”. De esta forma el castrismo del siglo XX, recreado en socialismo del siglo XXI o castrochavismo, exacerbó la confrontación utilizando el indigenismo, el racismo, el feminismo, el regionalismo y toda forma de divisionismo, y promoviendo el reemplazo de los “estados nacionales” con “estados plurinacionales”. 

La nación es “la comunidad social de una organización política común y un territorio y órganos de gobierno propios, que es soberana e independiente políticamente de otras comunidades”. El concepto sociológico del Estado es “el conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos y que tienen conciencia de pertenecer a un mismo pueblo o comunidad, que generalmente hablan el mismo idioma y comparten un territorio”.

Desde su formación independiente, aproximadamente hace doscientos años, los estados de América Latina han construido sus naciones y se han fortalecido como “una nación”. Todos los han hecho basándose en el mestizaje de sus habitantes, mezclas raciales de indígenas originarios con conquistadores españoles, portugueses y migraciones europeas, asiáticas y de otras latitudes. Las naciones de la región han dado lugar a la identidad “latinoamericana” fundada en la cultura común.

La cultura, que es uno de los elementos constitutivos de la nación, es “el conjunto de modos de vida, costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social”; es “el conjunto de manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. 

No hay duda de que en Latinoamérica hay una identidad de las naciones –como la brasileña, argentina, chilena, peruana, boliviana, ecuatoriana, mexicana–, de todas en cada uno de sus estados, con rasgos comunes –como el idioma, la religión y las costumbres–, pero también con características específicas relativas al tipo de mestizaje sobre el que se ha constituido cada una de estas naciones. Pero lo fundamental resulta el concepto de nación como unidad en torno al Estado al que sustenta como sociedad.

El año 1999 en las Américas había una sola dictadura, la de Fidel Castro en Cuba, conocida como “castrista”, que agonizaba en su denominado periodo especial por la falta del sustento que le brindó la extinta URSS. Se esperaba que el siglo XXI fuera el de la “democracia plena” en la región, pues la desaparición de la dictadura de Cuba era solo cuestión de tiempo; pero llegó a la presidencia de Venezuela Hugo Chávez y de inmediato salvó a la dictadura de Cuba: se asoció con ella, le entregó recursos (petróleo y luego a Venezuela entera), dando lugar a la recreación y expansión del castrismo en el siglo XXI como movimiento populista bolivariano, socialismo del siglo XXI, hoy castrochavismo. 

La sociedad Chávez-Castro, que dio lugar al salvataje del castrismo y su expansión en el siglo XXI, se produjo rápidamente en el marco de la confusión y abandono de la región por los Estados Unidos, cuya política interna y exterior fueron severamente afectadas a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, que motivaron la guerra contra el terrorismo, con todos su componentes geopolíticos de alcance mundial. 

La realidad objetiva muestra que hoy existen “dos Américas”, una democrática y la otra dictatorial, y que el eje de confrontación no es ideológico ni programático; es entre la libertad y la delincuencia organizada transnacional representada por un grupo de dictaduras que han convertido sus países en narcoestados, sus constituciones en estatutos de impunidad para el crimen, sus jueces en verdugos y sus pueblos en objetos de sumisión y miseria.

La América dictatorial acaba de ampliar su ámbito de influencia con Pedro Castillo como Presidente de Perú, donde de inmediato han puesto en acción el plan castrochavista ya ejecutado en Venezuela, Bolivia y Nicaragua e incentivado aún sin éxito en Ecuador, Colombia, Chile y más. Están buscando destruir la nación peruana para convertirla en estado plurinacional, suplantando la identidad nacional por la confrontación racial e indigenista que falsifica la historia para crear dependencia y liquidar los derechos humanos.

El indigenismo se define como el “estudio de los caracteres y la cultura de los pueblos indígenas que habitan en los territorios colonizados por las naciones europeas”, y un “movimiento político y cultural que defiende la identidad política y social y el valor de la cultura amerindia”. Sin embargo, ha sido asimilado por la construcción de las naciones de cada uno de los estados latinoamericanos en el marco de la “unidad nacional en la diversidad”. El Foro de Sao Paulo y el socialismo del siglo XXI han convertido el indigenismo en el medio para dividir las naciones latinoamericanas y debilitarlas con fines de dominación. 

En Bolivia, apelando a este indigenismo, han impuesto por la fuerza y el crimen, una constitución que denominan del “estado plurinacional” para suplantar la “nación boliviana” con 36 nacionalidades que ya están integradas a la nación de la República de Bolivia, a la que también tienen cautiva. El resultado es que ahora los indígenas verdaderos, bolivianos libres unidos en la diversidad, marchan para defender sus tierras contra el avasallamiento del narcotráfico que ha tomado el control del Estado y que busca destruirlos para someter el país como una colonia más del castrismo del siglo XXI.

La repetición de la infamia que ejecutan en Bolivia es el proyecto para el Perú. El que no lo entienda, lo resista y lo derrote sufrirá las consecuencias. El castrochavismo quiere un Perú como estado plurinacional, destruyendo la “nación peruana”. 

No se trata de una lucha ideológica ni partidista, es el crimen organizado trasnacional que quiere incorporar a Perú como el quinto narcoestado de la región y que lo hace falsificando una narrativa “indigenista” que nada tiene que ver con un Perú en el que, de acuerdo al censo de 2017, el 60% de la población se considera mestiza, el 80% vive en zonas urbanas, el 82% tiene como primera lengua el castellano y el 14% el quechua, en el que más del 70% se considera de centro y la clase media supera el 50%. Un Perú en el que el 69% está de acuerdo con la economía de libre mercado, 67% no quieren control de precios y 78% quieren mantener los tratados de libre comercio.

  • 10 de noviembre del 2021

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