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Crítica al segundo largometraje del cineasta peruano Javier Fuentes-León
En la película El elefante desaparecido el director y guionista peruano Javier Fuentes-León ha intentado reflexionar en la compleja relación entre un escritor y su obra, entre su propia personalidad y la de sus personajes, y entre sus respectivas historias. El resultado es un relato en el que los límites entre la realidad y ficción son traspasados numerosas veces, en una y otra dirección, pero que como película no llega a convencer ni a generar mucho interés entre los espectadores. Una pena, pues dada la buena recepción que tuvo Contracorriente (2009), la primera película de Fuentes-León, se habían generado muchas expectativas sobre este, su segundo largo metraje.
La película cuenta la historia de Edo Celeste (interpretado por el actor Salvador del Solar), un exitoso escritor limeño, autor de una serie de novelas policiales centradas en el detective Fermín Pinedo. Celeste descubre a un hombre, Felipe Aranda, que no solo es idéntico a Pinedo, sino que además dice ser Pinedo y que hasta sus nombres son una especie de anagrama (“Felipe Aranda” se escribe reordenando las letras de “Fermín Pinedo”). A ello se suma que Aranda dice tener la respuesta al gran misterio y obsesión de la vida de Celeste: la desaparición, siete años antes (el mismo día del terremoto de Pisco) de su esposa.
Aunque al principio Aranda parece una persona real (un hombre que ha asumido ese nombre y la personalidad de Pinedo para acosar a Celeste), poco a poco se va “desrealizando”, convirtiéndose en una especie de puente hacia el mundo de la ficción. En esa función, le va entregando a Celeste una serie de rectángulos con los que el escritor arma (a la manera de un gran rompecabezas) una imagen fotográfica. Por su parte, las decisiones y acciones de Celeste se hacen cada vez más extrañas y caprichosas, y hasta los otros personajes de la historia van alejándose de lo “real”, como en el caso de la fiscal interpretada por Tatiana Astengo. En algún momento Celeste y Aranda intercambian “lugares”, y a partir de entonces la ficción y la realidad parecen fusionarse, para que Celeste descubra la verdad sobre la desaparición de su esposa.
El escritor argentino Jorge Luis Borges afirmaba que en un relato fantástico solo podía haber un elemento increíble, y que el resto debía ser completamente realista, para darle verosimilitud a ese elemento irreal y a toda la ficción. Fuentes-León no ha respetado esa regla, y ha llenado su película de personajes y sucesos fantásticos. Por eso, hacia la mitad, los espectadores pierden completamente el interés, pues ya saben que cualquier cosa puede suceder en la pantalla; hasta que un personaje muera en una escena y aparezca vivo en la siguiente, como sucede efectivamente con Celeste. Hay evidentes aciertos en El elefante desaparecido (especialmente en la fotografía y la dirección artística), así como algunas cosas demasiado ingenuas (el uso del terremoto, la mayoría de las actuaciones), pero los problemas y excesos de la trama hacen que finalmente todo el conjunto se derrumbe.
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